miércoles, 10 de marzo de 2010

CIENCIA

ILUSIÓN VISUAL


(Foto: Archivo/Cuatro mujeres forman un rostro de un hombre mayor)
Las ilusiones visuales ayudan a la exploración de la consciencia
El cerebro crea percepciones engañosas como arma de supervivencia. El científico Stephen Macknik explica sus trabajos con trucos ópticos.

Una mano cubierta por un guante blanco sostiene una cucharilla de plata. De pronto, la cucharilla se vuelve blanda y empieza a oscilar como si fuera de goma. Este truco –un clásico repetido en innumerables espectáculos de magia y en otras tantas sobremesas– se fundamenta en engañar a unas neuronas específicas del cerebro. Las células end-stopped del encéfalo, responsables de identificar las terminaciones de los objetos (por ejemplo, la punta de la cucharilla), reaccionan a la oscilación de la cuchara de manera distinta a las otras neuronas. Y esta diferencia genera la ilusión visual.

Si un científico pudiera escanear la reacción del cerebro ante engaños como este, tendría unas valiosas indicaciones sobre la frontera entre consciencia e inconsciencia. Esto es, más o menos, lo que ha hecho en la última década Stephen Macknik, director del Laboratorio de Neurofisiología del Comportamiento del Barrow Neurological Institute (Phoenix, EEUU). Macknik visitó Barcelona la semana pasada para impartir una conferencia en CosmoCaixa en el contexto de la exposición Abracadabra. Ilusionismo y ciencia.

Este neurocientífico se ha tomado tan en serio este enfoque que el año pasado publicó en la prestigiosa revista Nature Neuroscience un artículo que incluía entre los otros autores a tres ilusionistas, un ladrón amateur y un líder del pensamiento escéptico, además de Susana Martínez-Conde, una neurocientífica española afincada en EEUU.

TRUCOS CIENTÍFICOS

«A través de las ilusiones visuales se pueden identificar los mecanismos básicos de la consciencia», afirma Macknik, que asegura haber descubierto qué zona del cerebro es responsable de la consciencia visual de objetos sencillos. El científico cree que la mayoría de los estudios sobre esta disciplina están utilizando herramientas equivocadas, y propone tests basados en ilusiones, que corregirían este problema.

(Foto: ricard cugat/El científico Stephen Macknik (izquierda) y el mago Miguel Ángel Gea, en la engañosa Habitación de Ames. La instalación, que se puede visitar en CosmoCaixa-Barcelona, crea una ilusión que convierte los cuerpos de quienes están en su interior en más grandes o en más pequeños)

Según el investigador, las percepciones engañosas van más allá del escenario. «En realidad, todo lo que vemos es ilusión –puntualiza–. Por ejemplo, un papel con letras negras nos parece idéntico si lo miramos en el interior de un piso o si lo hacemos en la calle. Sin embargo, ese mismo papel refleja una luz muchísimo más intensa si está en el exterior que en el interior». El cerebro, dice el científico, es capaz de autoengañarse e ignorar esta diferencia porque, como contrapartida, eso le permite identificar el mismo objeto en condiciones muy distintas: «Contrariamente a lo que creen muchos investigadores, las ilusiones no son defectos de la visión, sino mentiras útiles que la selección natural ha mantenido porque nos facilitan la vida».

Los neurocientíficos quieren aprovechar la capacidad de autoengaño del cerebro para entender qué es la consciencia. Si se analiza la actividad del cerebro de un voluntario durante una percepción ilusoria, se puede ver que en ciertos casos el cerebro sigue

reaccionando al estímulo invisible. «Se puede descartar con seguridad que las áreas que reaccionan estén relacionadas con la consciencia», afirma Macknik. Esa actividad es una reacción inconsciente al estímulo visual.

Sin embargo, Macknik alerta de que la ilusión más utilizada en los estudios sobre la consciencia tiene muchos defectos. Se trata de la rivalidad binocular, que consiste en enviar periódicamente imágenes distintas a cada ojo cambiando el ritmo hasta que una de ellas desaparece. El científico propone sustituirla por la de enmascaramiento. Esta ilusión consiste en exponer a la vista un dibujo sencillo que se enciende y se apaga. Si inmediatamente después de un apagado se introduce la imagen de otro objeto, se produce un efecto de enmascaramiento y el cerebro ni llega a tener consciencia de que había un primer objeto.

EL LUGAR DE LA CONSCIENCIA

Macknik afirma que, por medio de una serie de experimentos con esta ilusión, ha conseguido identificar el área del cerebro responsable de la consciencia visual de objetos sencillos, que se halla en un punto específico de la corteza. «La consciencia no parece ser algo extendido por todo el cerebro, sino un conjunto de módulos repartidos en distintas áreas, cada una responsable de la percepción de un tipo de estímulo», concluye.


Gracias:
MICHELE CATANZARO, BARCELONA
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=693867&idseccio_PK=1477
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