jueves, 27 de mayo de 2010

LA CAMA DE PANDORA

SEXY RELATO


(Ilustración: Luci Gutiérrez)
'Karmele se columpia'
Aprovechando que mi padre estaba de pesca, el domingo fui a comer a casa con mi madre que lleva tiempo pidiéndome ayuda para poner un poco de orden en mi viejo dormitorio.

A mí, que hace ya más de 15 años vivo por mi cuenta, lo que mis progenitores quieran hacer en mi antigua habitación en principio me da igual, pero la verdad es que me quedé de piedra cuando mi madre me pidió permiso para instalar en ella un columpio del amor.

-”¿Un columpio de qué, perdona?”. Pensé que había entendido mal.

-”Del amor, hija. Es un regalo para tu padre. No te hagas la tonta, seguro que sabes de lo que te hablo”. Me contestó un poco incómoda agitando en la mano un libro en el que, al parecer, ha leído maravillas de este complemento erótico: Los juguetes de Karmele.

No seré yo quien dirija los juegos íntimos ni las lecturas de mis padres. Pero, tras hojear la obra firmada por Karmele Marchante, no me quedó más remedio que sugerirle a mi madre que dejara cerca la cama, por si alguno de los dos se lesiona haciendo piruetas, y rogarle encarecidamente que ambos se lean las instrucciones que vienen dentro del paquete. Después de superar una operación de hernia de disco (mi padre) y de menisco (mi madre), la verdad, me temo lo peor.

Como en los relatos de Marchante no vimos explicación alguna al respecto de cómo y de qué manera hay que usarlo, buscamos en internet y nos topamos con un vídeo en Youtube en el que se la ve haciendo no se sabe qué cosa en el columpio durante el programa ¡Sálvame! de Telecinco.

Mal no me parece, la verdad, pero me ha contado mamá que, cuando mi padre se hizo con el libro, esperaba algo más divulgativo.

-”¿La idea fue de papá?”. Sorpresas te da la vida... Mamá me ha explicado que buscaba inspiración para darle (por fin) uso a todo el arsenal de juguetes eróticos que les he regalado a lo largo de los años y que pensé habían tirado a la basura hace tiempo. Pero de normas de uso, nada de nada, porque lo que Karmele hace a lo largo de sus 16 capítulos es desgranar una serie de relatos en los cuales encuentra la forma de introducir su particular visión de los juguetes eróticos.

-”¿Y por qué no me habéis preguntado nunca nada?”. La cara de mi madre no necesitó explicación. Supongo que, por muy comprensivo y tolerante que sea mi padre, no puedo esperar que me diga:

-”Pandora, hija, ¿tú dirías que las bolas tailandesas son para mamá o para mí?”. Está claro que no. En cualquier caso, alabo el esfuerzo que hacen por abrirse a un nuevo campo de sensaciones, aunque sea con una obra de Karmele Marchante en la mano.

A mi madre, que es una feminista de las de antes, de las que quemó su sujetador en los tiempos en los que se hacía llamar Fuego Rojo, las recomendaciones de la periodista le suenan familiares. Después de bebernos una botella de vino a medias, hemos acabado brindando por el párrafo donde dice que “la mujer de hoy ya no es deseable, es deseosa”; toma las riendas y sus propias decisiones y, en consecuencia, rechaza tener sexo con quien no quiere, no le excita y no le provoca nada, para elegir personalmente a sus compañeros de cama.

Mientras intentábamos no ahorcarnos accidentalmente con las correas del dichoso columpio, hemos discutido un poco sobre ese sector femenino para el que “el sexo no es un fin, sino un medio para lograr seguridad, estatus…”. Yo supongo que son las mismas que caen víctimas de la erótica del poder, que, como dice Karmele, “hace atractivos a hombres que no superarían la prueba del mercado: Si esos personajillos vendieran pescado o fruta en un puesto, no se comerían una rosca”, al menos con esas top models con las que se casan tardíamente personajes como Flavio Briatore o Bernie Ecclestone.

Mamá, que es toda bondad, insiste en que, a veces, el amor es ciego. Pero casi nos morimos de la risa (supongo que por culpa del vino) tratando de imaginar al multimillonario Donald Trump con un delantal manchado de escamas y a su escultural esposa, la ex modelo Melania Knauss, despachando gambas amorosamente colgada de su brazo.

Otra cosa con la que mamá y yo no estamos de acuerdo es esa recomendación suicida de “bañarse con ropa interior caramelizada en la Fontana de Trevi”. Ella, que ha corrido delante de los grises en la universidad, asegura que a los carabinieri no les va a hacer ninguna gracia que se mancille su joya arquitectónica, pero yo pienso que es peor poner a remojar las partes bajas en un agua que rezuma porquería estancada.

Por cierto, que ni en plena intoxicación etílica nos ha hecho gracia la sugerencia de que deberían ser “deberes para Primaria: estudiar el Kamasutra, ver y diseccionar El último tango en París…”. Mi madre que es profesora, no acaba de ver la utilidad de poner toda esta información en manos de niños tan pequeños. Ni siquiera en la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Desde luego, esta Karmele tiene ideas de bombero.

Como la cosa iba de sorprender a mi padre, he hecho mutis por el foro antes de que él llegase de su excursión de pesca, y he dejado a mamá ajustando las correas del dichoso columpio. Teniendo en cuenta que ella acaba de empezar a usar las bolas chinas y que todavía tienen sin estrenar las tailandesas, el anillo vibrador y el We Vibe que les regalé, pasarse directamente al columpio... Dios los coja confesados ¡y bien entrenados!

De mucho más no les va a servir, así es que les he incautado el libro de Karmele porque, visto lo visto, creo que es peligroso dejarlo al alcance de los niños, pero también de algunos padres.


Gracias:
Pandora Rebato
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/lacamadepandora/2010/05/27/karmele-se-columpia.html
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