jueves, 20 de mayo de 2010

JORDÁN ROMERO

JOVEN AVENTURERO


(Foto: team jordan/Jordan Romero en el Everest)
DESAFÍOS A LA NATURALEZA A UNA EDAD PRECOZ
Un niño de 13 años intenta coronar el Everest días después de que una chica de 16 acabara la vuelta al mundo en velero. Los expertos consideran estas hazañas «una barbaridad»

Jordan Romero intentará hacer cumbre esta semana en el Everest, 8.848 vertiginosos metros por encima del nivel del mar, aprovechando una breve época de buen tiempo. Nada nuevo en apariencia, porque en las dos caras del monte (Jordan sube desde el Tíbet, en el norte), hay decenas de escaladores más. Pero Jordan llama la atención sobre las otras expediciones: solo tiene 13 años. El niño californiano va en busca de un récord; hasta ahora, los más jóvenes en alcanzar el techo del mundo han sido la nepalí Ming Kipa, con 15 años, y su compatriota Temba Tsheri, con 16, que en su primer intento fallido, con un año menos, perdió cinco dedos por congelación.

Segundo de ESO. Categoría infantil en el fútbol base. Eso suelen hacer los chavales de 13 años. ¿Pero subir el Everest, montaña exquisita pero también mortal, con más de 200 cadáveres a sus espaldas? La ascensión de Jordan, junto a su padre, la novia de este y unos serpas tibetanos, ha generado ya un vivo debate sobre el límite de edad para ciertas aventuras. «Me siento muy preparado, tanto emocional como físicamente. Quiero hacer algo grande, vivir esta experiencia, pero si me encuentro mal, daré la vuelta. No estoy obsesionado con ningún récord», decía el joven californiano antes de partir de Katmandú hacia China. Por la parte sur no puede ascender, porque Nepal ha impuesto un mínimo de 16 años para acceder a las rampas del Everest.
Madurez psicológica

«No es cuestión de si es capaz de hacerlo o no, sino de que un chaval de 13 años no tiene la madurez física ni psicológica para subir al Everest. ¿Qué decisiones tomará cuando se encuentre en problemas?» Quien se pregunta esto es un padre de una niña de 5 años, pero sobre todo un alpinista experimentado. Sergi Mingote, concejal de Granollers, coronó el Everest en dos ocasiones, por ambas vertientes. «Todas las grandes exploraciones en el mundo están hechas ya. Parece que ahora se busca ya solo el récord, como ahora el más jóven... Es un problema», lamenta.

El mismo anhelo espolea, por ejemplo, a la holandesa Laura Dekker, de 14 años, que quiere dar la vuelta al mundo en solitario en velero. De momento, un juez se lo prohibió, imponiéndole ir al colegio, entre otras obligaciones. Pero la adolescente sigue preparando su barco y está decidida a partir este verano hacia Canarias, su primera etapa. Mientras, el pasado fin de semana la australiana Jessica Watson marcó un nuevo récord de precocidad en los mares. La chica, que salió de Sídney el 18 de octubre, completó el sábado la vuelta al mundo en menos de siete meses, justo antes de cumplir ayer los 17 años.

«Es una barbaridad, un despropósito», sentencia Guillem Turró, profesor de instituto que está acabando su tesis doctoral sobre valores, educación y deporte. «¿Una gran experiencia, un buen aprendizaje? Claro que no. Es una barbaridad pedagógica. Hay que usar el sentido común. ¿Quién iría con su hijo de 13 años a una montaña donde ha muerto mucha gente? A esa edad, no tienes la misma percepción del riesgo».

Cuerpos en formación

La regatista precoz Laura se defiende con que ella nació en un barco, precisamente cuando sus padres daban la vuelta al mundo, y que ya ha surcado muchos mares. El alpinista Jordan y su padre argumentan que el niño subió con 10 años el Kilimanjaro en Kenia (5.895 metros), y que ya ha hollado las cumbres de otros cuatro continentes. Pero la gran diferencia con el Eve-rest es la temida zona de la muerte por encima de los 7.000 metros, descritos de manera muy angustiosa por Jon Krakauer en su libro Mal de altura, con su relato sobre una expedición fallida en la que murieron ocho escaladores. «¿Cómo se adapta el cuerpo de un niño de 13 años, que aún está formándose, a esas circunstancias durísimas? ¿Cómo responderán sus pulmones?», se pregunta Mingote.

Según el pedagogo Turró, para afrontar estos retos hay que tener madurez: «Y como profesor de instituto puedo asegurar que un niño de 13 años no la suele tener». Según él, deberían ser los padres quienes ahorrasen a sus hijos estas aventuras, pero precisamente son ellos quienes las fomentan. «Es un fenómeno cada vez más común. Con la aparición de ídolos como Nadal, Pedrosa y Alonso, que empezaron muy jóvenes, los padres estimulan a sus hijos con la esperanza de que sean luego estrellas. Pero no se dan cuenta de que estos casos son excepcionales».


Gracias:
EDWIN WINKELS, BARCELONA
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=715000&idseccio_PK=&h=100519
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