Rembrandt y su tiempo
(Imagen: Autorretrato de Rembrandt 1639)
Viena se rinde al 'efecto Rembrandt'
El Albertina sitúa al genio en el centro de su muestra sobre el siglo de oro
Rembrandt surge en las salas del Museo Albertina de Viena como un tesoro oculto que ahora salta a la luz. El Albertina atesora en sus fondos la mayor y mejor colección de grabados (un millón) y dibujos (cerca de 40.000) de todo el mundo, firmados, entre otros genios, por Durero, Rubens, Miguel Ángel, Leonardo, Van Dyck, Holbein y, por supuesto, Rembrandt. Del maestro holandés posee alrededor de 40 trabajos que recorren todas sus épocas y temáticas. Su versatilidad constituye el núcleo central de la exposición abierta hasta el 21 de junio bajo el título Rembrandt y su tiempo.
Se trata de una completa revisión del siglo de oro holandés a través del genio de Rembrandt Harmensz van Rijn (Leiden, 1606-Ámsterdam, 1669), según explica el director del museo vienés, Klaus Albrecht Schröder. "En Rembrandt cristalizaron todas las corrientes de la época. En ese momento los artistas se especializaron en temas, como bodegones, paisajes marinos, retratos... solo él se atrevió con todo de forma genial".
Esta retrospectiva histórica, que ofrece una trayectoria cronológica empezando por el año 1600, muestra 150 obras de 70 artistas contemporáneos de Rembrandt. Hendrick Goltzius, Aert van der Neer, Aelbert Cuyp y Adriaen van Ostade son algunos de ellos. Todos alcanzan la gloria en un momento en el que Holanda vive un gran florecimiento económico y sus clases pudientes se preocupan de decorar los interiores de sus viviendas. De ahí que triunfen los bodegones, las naturalezas muertas, los retratos de los propietarios de las casas o las recreaciones de fantásticos paisajes en los que se incluían edificios y esculturas renacentistas que nunca habían sido contempladas en directo por los artistas.
Casi ninguno de ellos salió de los Países Bajos ni conoció el sur de Europa. El propio Rembrandt, que cambió su Leiden natal por Ámsterdam, nunca viajó a otro lugar. El resultado es una sorprendente mezcla en la que el intimismo holandés ofrece una fantástica composición con los edificios impostados que aportan a la obra una atmósfera futurista.
Es muy curioso el interés de estos artistas por los animales, sobre todo, por los más exóticos, como el elefante. Rembrandt lo dibuja, en 1637, con un realismo absoluto, lleno de fiereza y nobleza; mientras, en las versiones de otros aparece adornado hasta la desmesura, con un aspecto más propio de la factoría Disney que del siglo de oro holandés.
Comparaciones aparte, lo más deslumbrante de la exposición reside en la propia sala dedicada a Rembrandt. Como parte esencial de los fondos del museo, muy pocas veces han abandonado los envoltorios de seda que les protege del paso del tiempo. Las obras representan delicados paisajes sobre formatos alargados donde se aprecian hombres recostados junto a sus cabañas de paja o familias reunidas en torno a la mesa. De repente, alguno de los dibujos está dedicado a una bella mujer, seguramente familiar del artista.
Schröder explica que la exposición intenta transmitir una imagen perfecta del mundo de aquella época. "Es curioso comprobar cómo hay dos asuntos en esa sociedad que nadie quiere ver colgados en los salones de sus viviendas: ni la monarquía ni el ejército. Todo lo demás sirve siempre que contribuya a lograr una vida más agradable. Una vez más, la sociedad se muestra desligada del poder".
La próxima gran exposición del museo Albertina de Viena estará dedicada al Impresionismo, ha anunciado su director, para la cual estos días se ha reunido en Madrid con los responsables de los principales museos españoles cuya colaboración (y préstamos de obras) entre ellos es permanente, con la ventaja para los de aquí ya que poseen fondos de todas las épocas lo que les coloca en la mejor posición para negociar.
Gracias:
ÁNGELES GARCÍA - Viena
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