Relato de Rebato
(Ilustración: Luci Gutiérrez)
¿De tetas o de culos?
Tengo un amigo que sostiene la teoría de que, en su mayoría, las mujeres de pechos pequeños tienen "el coño más sensible, jugoso y receptivo", mientras que las de pechos (naturales) grandes, tienen orgasmos con sólo tocarles los pezones (que debe ser algo así como llamar al timbre de un castillo...).
La verdad es que mi amigo no es un científico ni su teoría se asienta en nada más que en la experiencia y en su nada desdeñable lista de amantes. Pero sabe sincronizar nuestros orgasmos con la exactitud de un relojero suizo y, qué queréis que os diga, aunque sólo sea por eso, su teoría me merece un respeto.
(También dice que los chicos operados de fimosis tienen el glande menos sensible que los demás, lo que se compensa con una hipersensibilidad en los pezones. Pero ahí ya no sé si hay más mitología que fisiología, así es que me inhibo).
Yo no puedo afirmar tan rotundamente que la naturaleza nos haya dotado a las mujeres de mecanismos para compensar nuestras disparidades anatómicas, pero sí puedo afirmar que, salvando el exquisito filtro de la atracción física, el sexo con unas y con otras puede ser igual de satisfactorio.
Y digo, "salvando el filtro", porque después de mucho tiempo fijándome en lo que les gusta a los hombres, me he dado cuenta de que (aunque afortunadamente hay de todo en la viña del Señor) la mayoría de los que han pasado por mis manos y entre mis piernas son más de tetas que de culos. Vamos, en mi caso, del equipo contrario.
Es decir: si bien por regla general nadie te dice que no a un polvo aunque no tengas la delantera de Mae West, lo que muchos van midiendo a la hora de un encuentro ocasional es el peralte de una de estas dos curvas (o de las dos). Más o menos igual que nosotras, que nos perdemos por un culo bien puesto, unos hombros fornidos, un cuello ancho, unas manos grandes...
Yo tuve un novio que juraba que "nunca despreciaba una gran defensa (léase culo) por una buena delantera", pero en realidad era de tetas, muuuuuuuy de tetas y se iba de cabeza detras de un canalillo.De hecho, yo creo que corre por ahí el falso rumor de que la mayoría son de tetas. Y como la imagen que creemos que tienen de nosotros nos afecta más de lo que nos gusta reconocer, miles de mujeres pasan cada día por el quirófano, para ponerse prótesis mamarias donde antes había a veces poco y a veces una talla de una dignidad excitante. Y a mí no me parece mal, que conste... pero sólo si lo hacen por ellas mismas.
También conozco a infinidad de chicas que han optado por una solución intermedia y menos agresiva, como los sujetadores con relleno. Debo confesar, para mi escarnio, que cuando yo era jovencita también usaba de esos. Pero, al contrario que los de ahora (que son de geles la mayoría), los de entonces estaban rellenos de pequeñas almohaditas que se podían sacar por unas ranuras laterales. Y aquello no era peligroso, no; ¡era una caja de bombas!.
Recuerdo una noche de verano que, después de un botellón con mis amigos, me perdí con un guapo recién conocido por la trasera de una iglesia. A fe mía que el chico era intrigante y atractivo, y parecía comprensivo con mi inexperiencia (como cuando le apreté demasiado fuerte aquello que se le había puesto rígido en los pantalones).
Lo que no sabía yo entonces es que él era más de tetas que de culos. Así es que, ya tenía mi torpe mano dentro de sus calzoncillos, manipulando con más cuidado todo lo duro que allí había (y había mucho), cuando él, que llevaba un rato manoseando mi sostén y pellizcando mis pequeños pezones, se quedó (maldita sea) con una de las almohadillas entre los dedos.
- "Oye, ¿esto qué es?". Preguntó palpando el vacío donde antes había un pecho turgente de la talla 95.- "Nada, hombre. Dame eso... ¿Por dónde estábamos?".
Intenté quitarle hierro al asunto y pegarme más a él para evitar que me sacara la segunda almohadilla, pero fue como si se hubiera bañado en agua helada: se le bajó todo. No os imagináis la vergüenza que pasé.
Al pobre le dio igual que yo le guiara las manos a mi mejor frente, el trasero, con paso franco (por delante y por detrás) a mi humedísimo sexo. El chico era de tetas-tetas y había perdido del todo la concentración al descubrir mi triquiñuela. Saqué mi mano lo más delicadamente que pude de sus pantalones y dimos por rematada la faena con otra tanda de besos urgentes y bastante más desganados.
Aquélla fue la última vez. Se acabaron los sostenes de mentirijilla y las tetas de quita y pon. Desde entonces lo que se ve es lo que hay: unos pechos medianos y un trasero estupendo. El que quiera tetas grandes con pezones como las galletas María (como las del refrán: "teta que la mano no cubre, más que teta, ubre"), que llame a otra puerta. Aquí se sirven en raciones razonables, de esas que te caben casi enteras en la boca.
Y precisamente con mis pechos apresados por sus labios solía decirme un amante que tuve años después:
- "Pandora, si tuvieras las tetas más grandes no habría quien te aguantase".
Nunca supe si eso era bueno o malo, pero por las ganas con las que me cogía el culo y disfrutaba de él, supongo que con mi más que razonable 85 B de talla se daba muy por satisfecho.
El que me ha dejado de piedra ha sido aquí el teórico, que cuando le he preguntado si él era más de tetas o de culos, va y me suelta:
- "A mí lo que más me gusta de una mujer son los ojos... Que tenga de esos ojos que son pa' comerle el coño...".
Gracias:
Pandora Rebato
♪♪♪♪♪
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