lunes, 9 de agosto de 2010

LA CAMA DE PANDORA

'Sin polvo con El Pulpo'


Me quedé sin polvo futbolero y mundialista. Y ya lo siento porque tenía buenas vibraciones, unas perspectivas espléndidas y un candidato inigualable: El Pulpo.

Sí, como suena. El pulpo del mundial. No creo que se llamase Paul y tampoco sé si su nombre era Pablo. Pero se presentó a una servidora como “El Pulpo” el domingo por la noche durante el partido de la final del Mundial de Sudáfrica y, al verle iba disfrazado como tal, acepté pulpo como animal de compañía.
Fuimos con tiempo de sobra al paseo de Recoletos, Elena, Laurita y yo, vestidas con La Roja, minifalda azul (cuando una se equipa se equipa pero bien) y la cara iluminada con pinturas de guerra rojigualda. Nos hicimos fuertes frente a una de las pantallas y, cuando estaba a punto de comenzar el partido, El Pulpo y sus amigos se nos colocaron detrás.

Entre los "uys" de las ocasiones falladas y los "ays" de dolor por las patadas de los tuercebotas holandeses, tuvimos poco tiempo para intimar, pero en el descanso, El Pulpo se desconcentró un poco del partido y empezó a hacer lo que de él se esperaba: extender sus tentáculos.
En una de esas, me metió uno de los rabitos del disfraz por debajo de la falda.

-”¡Pero oye...!”. Me quejé.

-”Perdona, es que soy un poco pulpo y tengo hambre. ¿No tendrás un mejillón por ahí?”.

Os mentiría si os dijera que de entrada me pareció graciosa la broma (supongo que estaba un poco tensa por la incertidumbre y la dureza del partido), pero como me vio ojiplática y más cerca del tortazo que de la carcajada, asomó por debajo del sombrero unos ojos oscuros expresivos y una sonrisa burlona que me conquistó al instante.

-”Pues mira, a lo mejor tienes suerte y tengo algo para ti. Claro que a mí lo que más me gusta del mundo para comer es pulpo. Así es que, ojito, no vaya a ser que al final te pegue un bocao en el  tentáculo...”. Y así, bordería va, bordería viene, nos hicimos amigos y le dejé que se acercara un poco más, aún a riesgo de caer presa de sus patas.

Pero no tuvimos ocasión. El partido, ya lo visteis, nos tuvo en vilo a todos en Recoletos y la prórroga amenazaba ya penaltis cuando Iniesta nos hizo campeones del mundo y nos dio una excusa para saltar, abrazarnos y besarnos. Y, antes de que Íker besara a su Sarita, yo besé a mi pulpo. Con menos amor, cierto es, pero con una intención más evidente en el gesto, ya que nos quedamos enganchados unos segundos lengua con lengua.

Vamos, que entre la emoción del gol, la alegría de la victoria y la euforia general, El Pulpo y yo hicimos lo que todo ser humano en su sano juicio haría dadas las circunstancias: aplazar nuestro particular encuentro mejillón-cefalópodo para el día siguiente (ya sin patas de por medio) y celebrar esa noche el éxito con todo Madrid participando en la reconquista de sus fuentes.

Yo le memoricé como “Pulpo” en mi agenda del móvil y él a mí como “Mejillón”. Nada de nombres. Una cosa original, anónima y festiva con despedida labio a labio, achuchón, roce, calentura y una promesa de cita que, al día siguiente, cuando Casillas salía (copa en mano) del avión, se materializó en un mensaje de móvil que recibí con un lugar (una boca de metro cerca de mi casa) y una hora (las ocho de la tarde).
Así es que, para que me reconociera sin problemas, y rendir homenaje a los campeones, me puse otra vez La Roja recién lavada y planchada y me metí en el ascensor.

Eran las ocho en punto y calculé que llegaría unos cinco minutos tarde cuando, no tengo ni idea de por qué, se fue la luz en el edificio y el ascensor se paró entre dos plantas. “No puede ser verdad que tenga yo tan mala suerte”. Pero sí, la tengo. Y por más que le daba al timbrecito, Amadeo, el portero, ya había terminado su turno y se había marchado con su hija Laurita a ver la celebración, no parecía haber nadie en el edificio y los bomberos, cercados como estaba mi bloque por la marea roja, no podían llegar.

Miré el móvil, pero la caja de mi ascensor debe de ser de hormigón armado, plomo o criptonita, porque no tenía cobertura ninguna. Sin poder avisarle, ni llamar a nadie para que vinieran a socorrerme, intenté ser positiva y visualizarme compensándole la espera al pulpo con el tentáculo buscando el mejillón dentro de mi boca primero y, después, entre mis piernas. Pero la escena se desvanecía en cuanto abría los ojos e intuía en medio de la oscuridad las cuatro paredes asfixiantes que me tenían secuestrada.

Agotada de darle a la puerta la del pulpo y de maldecir en arameo, a las nueve menos diez caí presa de la resignación y me dejé deslizar hasta el suelo. Y así permanecí a oscuras y en silencio, atrapada en el mismo ascensor en el que una vez hace mucho tiempo también me quedé encerrada pero en mejores circunstancias. De hecho, el elevador se averió por los zarandeos que sufrió mientras mi chico me penetraba por detrás agarrado a mis caderas (me encanta esa postura para follar de pie) y nos mirábamos lascivos en el espejo. Tras el desconcierto inicial, decidimos terminar lo que estábamos haciendo (y vive Dios que lo terminamos varias veces) antes de tocar el timbre y pedir socorro.

Recuerdo que estaba yo tumbada en el suelo, con las piernas en los hombros de mi chico y él ahí, dándolo todo, cuando alguien empezó a aporrear la puerta del ascensor en el portal.

-"¡Está estropeado, lo estamos arreglando!", gritó el muy caradura aunque era muy de madrugada.

No me hubiera importado nada vivir la misma situación con mi pulpo así es que, como ya sabía que no estaría esperándome cuando fuese rescatada, conjuré el sabor de su lengua en mi boca y el tacto del tentáculo buscando moluscos bajo mi ropa y aproveché la soledad de mi prisión para no quedarme sin festejo. A falta de cefalópodo, celebración y polvo, minifalda, imaginación y dos manitas. Fue un orgasmo más solitario de lo que me hubiera gustado, pero orgasmo al fin y al cabo.

Debe de estar enfadado, porque desde entonces, por más que le llamo no me coge el teléfono y tampoco me contesta los mensajes de móvil, así es que espero que haya leído estas líneas y me dé otra oportunidad. También España empezó mal perdiendo contra Suiza y ahí los tenemos, ¿no?

Contádselo si le veis, por favor. Es de color rosa, tiene el cuerpo esponjoso y ocho patitas...

Gracias:
Lucy Gutiérrez
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/lacamadepandora/2010/07/15/sin-polvo-con-el-pulpo.html
♪♪♪♪♪

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