miércoles, 25 de agosto de 2010

LA CAMA DE PANDORA

'Me llamo Pandora, no Monica Lewinsky'


¿Alguien tiene una camisa para prestarme...? O una camiseta... O un jersey, top, toquilla, chal... ¡Lo que sea!
Es mi penúltimo día de trabajo antes de las vacaciones y he sufrido un inoportuno accidente en el despacho de Fernando, mi jefe, que me ha obligado a confinarme en el baño para lavar mi camiseta. Ahora llevo puesta una chaqueta de traje de un compañero de Economía, pero me sobran tres cuartos de hombros, se me abre y se ve el sujetador. Claro que, creo que la peor parte se la ha llevado él. Me pregunto si su secretaria será capaz de encontrarle discretamente otros pantalones...

Como soy partidaria de la sinceridad ante todo y para que deje de correrse (¡ups!) por el periódico ese bulo infame, creo que lo mejor es que cuente aquí y ahora lo que ha pasado.
Esta mañana temprano me ha llamado el hombre a casa para convocarme a una reunión urgente en su despacho. Como no tenía previsto levantarme tan pronto, no he tenido más remedio que echar a Carlos (un encanto de follamigo) literalmente de la cama. Rápidamente he puesto rumbo a la oficina saltándome el desayuno pero, como me dan ataques de hambre a media mañana, he cogido el kefir de soja y lo he metido en la tartera.

Para los que no sepan de qué hablo, el kefir es un invento tan antiguo como el mundo que, según mi padre, ya tomaba mi abuela. Se trata de un hongo que tiene la facultad de hacer fermentar la leche (a mí me gusta más con soja) y la convierte en una especie de yogur líquido ligeramente gasificado con un montón de propiedades beneficiosas. El caso es que, una vez separado el hongo del yogur, hay que guardar éste en la nevera, porque es sumamente inestable a temperatura ambiente. Sobre todo si el ambiente está, como últimamente en Madrid, a más de 30 grados a la sombra y a casi 40 en la oficina, porque los de mantenimiento siguen empeñados en que, congelando la redacción por la noche, no hace calor por la mañana.
El caso es que he llegado en un tiempo récord, sudando a mares porque se ha estropeado el aire acondicionado de mi coche, y me he metido directamente en el despacho de mi jefe.

-"Relájate, Pandora, que eres la primera. Los demás están de camino. ¿Quieres un café?". Y yo, después de suspirar y maldecirle por lo bajo por boicotear mi apetitoso polvo mañanero y mis tostadas le he pedido permiso para beberme allí mismo el yogur. “Claro, mujer, estás en tu casa”.

Así es que, mientras Fernando se levantaba de la silla y contaba las monedas para sacarse un disuasorio líquido marrón de la máquina, he agitado el tupper en el que traía mi kefir. Mucho me temo que haya sido eso lo que ha provocado el estallido final (junto al calor reconcentrado de mi coche, el de la calle y el de la oficina), ya que, al girar la tapa se ha generado un riego por aspersión del contenido de mi tartera que ha salpicado la mesa, la moqueta, la pared, la bragueta y parte de la pernera izquierda del pantalón de mi jefe y a mí, que estaba sentada, manchándome el pecho de la camisa, la cara, el cuello y parte del pelo.
Para los malpensados (que haberlos, haylos) confesaré que lo difícil de creer de esta historia no es que el yogur haya reventado (no es la primera vez que me pasa. Una vez en casa me ocurrió lo mismo y deje a Prometeo, mi gato negro, como si fuera un dálmata), sino que el pobre hombre no haya montado en cólera y me haya asesinado con sus propias manos. Debe ser porque el tener hijos te da tablas para lidiar con percances como éste y con otros mucho peores.

Creo que han pasado tres segundos eternos de inmovilidad y silencio, en el que ninguno de los dos sabíamos si echarnos a reír era lo más aconsejable, dadas las circunstancias: dos adultos a puerta cerrada en un despacho con los pantalones (él) y el escote (yo) manchados de una sustancia blanca, espesa y ligeramente viscosa, y las carcajadas oyéndose hasta por el hueco de la escalera...

-"Bueno, ¿quién sale antes? ¿Tú o yo?". Me ha preguntado mientras se limpiaba con un kleenex cuidadosamente la bragueta.

-"Esto... Dame treinta segundos de ventaja". Y me he escabullido de su despacho, ocultándome entre las mesas y rezando para no encontrarme a nadie en el camino. Pero ha sido inútil.

Julia acaba de venir a buscarme al baño para avisarme de que la reunión se pospone hasta primera hora de la tarde, y me ha mirado con toda la sorna del mundo mientras yo sudaba para borrar la huella del kefir de mi camiseta azul marino.

-"Por cierto... ¿sale o no sale la mancha, Pandora Lewinsky?".

Gracias:
Luci Gutierrez
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/lacamadepandora/2010/07/29/me-llamo-pandora-no-monica-lewinsky.html
♪♪♪♪♥

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