LA ENTREVISTA CON El NOBEL DE LITERATURA
(Foto: Vo Trung Dung/Crea-Sugma)
Gao Xingjian: "Solo soy un hombre frágil... pero vivo"
El autor de la monumental La montaña del alma ha estrenado Kosmopolis y expone pintura en el Centro Cultural Fundación Círculo de Lectores y la galería Senda.
Fue usted un escritor precoz.
Tenía 10 años cuando mi madre me regaló un diario. Yo, que entonces leía Robinson Crusoe, reescribí la historia conmigo como protagonista. Incluso la ilustré.
Más tarde tuvo que deshacerse de sus escritos.
El Gobierno de Pekín me acusó de "contaminación intelectual". Me reeducaron. Quemé cientos de papeles. Una maleta entera. Otros los fui metiendo en tiestos y, cuando se llenaban, los hacía desaparecer.
¿Eso ha determinado su mirada?
Sí. La mía es una mirada neutra, fría, distanciada, calma, desprovista de otro juicio que no sea estético.
¿Difícil llegar ahí?
En la vida y en el arte busco la tercera vía. Un camino que pasa por encima de los acontecimientos y del propio caos, y que permite la distancia. Si logras el desapego, la mirada se vuelve clara.
¿Y la furia, el rencor...?
¿De qué sirven? China me hizo sufrir mucho. Me rechazó, y todavía me censura. Allí no existo. Nadie me nombra. Pero el mundo es inmenso y yo tengo muchas cosas que hacer.
Dejó allí un hijo.
No tengo relación con él. No tengo relación con mis amigos. Tuve que cerrar una puerta tras de mí. Pero la sublimación de las situaciones más detestables ha alumbrado la creación artística. Me ha permitido el juicio estético, que no es un juicio de lo bueno y lo malo. Buscar la belleza.
¿Qué es exactamente la belleza?
Los filósofos se obstinan en dar una respuesta analítica, pero yo creo que es imposible definirla. Cuando lo intentas, la corrompes. La belleza es una sensación humana muy vinculada a la mirada. A veces puede ser trágica y otras, cómica.
No hay palabras suficientes.
No bastan, no.
¿Por eso es también pintor, dramaturgo, cineasta?
Soy solo un individuo. Un hombre. Pero no el hombre en mayúsculas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Soy un ser frágil... pero vivo, ja, ja.
Estar vivo es un gran qué.
Lo estoy y todo en mí se moviliza para transmitir esa sublimación de sensaciones de las que le hablaba. A través de la creación.
Su obra, su discurso, todo en usted busca la simplicidad.
Soy consciente de que dentro de mí hay toda una tradición cultural oriental muy rica, y que la tradición occidental en la que vivo desde hace 20 años me fascina, pero persigo la sobriedad. Aparto de mí todo aquello que no es necesario.
Algo imprescindible en los tiempos que vienen.
Estoy en contra de todas las ideologías. Pero la historia del siglo XX nos ha dado alguna lección: el comunismo ha resultado ser catastrófico. Es violento y sangriento. Y el capitalismo ha resultado ser un sistema deficiente, pero no podemos hacer tabla rasa. La globalización es una realidad. El mercado es una ley que manda en todas partes. Lo deseable es el equilibrio de intereses.
¿A quién le dejamos la tarea?
Eso no está en manos del individuo. No estoy de acuerdo con Nietzsche y la posibilidad de ese superhombre libre, autónomo e independiente. El hombre es un pobre hombre...
¿El intelectual tiene algún papel?
Sería muy presuntuoso decir que un intelectual puede cambiar el mundo.
Condenados estamos, pues.
Pero, pero... ¡existe la conciencia individual! Creo que el papel del escritor, de la literatura, es despertar la conciencia. Por eso me tomo la literatura con mucha seriedad. Para mí no es un divertimento. Tampoco una manera de ganarme la vida. Creo que la voz de la conciencia a través de la ficción es muy distinta del mitin. Es más perdurable que la historia escrita por el poder. Basta leer a Shakespeare para darse cuenta. Encierra verdad.
¿En ese empeño anda usted?
Lo intento. La gran literatura deja un testimonio de la condición humana.
Una condición humana... ¿decepcionante?
Y extraordinaria, también. Yo aún estoy muy lejos de entenderla.
¿Entiende el silencio interesado de Occidente ante China?
China es un país emergente, con una enorme vitalidad. Podría ser un polo para reequilibrar el mundo, pero para un intelectual que quiera expresarse, China es la censura. Un país totalitario.
Quizá algún día le llamen y le pidan que vuelva.
Esa posibilidad es inexistente. Solo de pensarlo me sonrío.
Gracias:
NÚRIA NAVARRO
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