Cultura de diccionario
(Ilustración: FERNANDO VICENTE)
La Real Academia Española redefine el concepto y valora nuevas acepciones. Las referidas a costumbres generan las mayores discusiones entre los académicos
La lengua muta. Crece, decrece, se amplía. El habla es como el cuerpo y ciertos conceptos se transforman con el paso del tiempo. El de "cultura" es uno de ellos. Tan dinámico como manido, tan solemne como callejero; tan unido a la excelencia como rebajado por usos demasiado comunes.
La Real Academia Española (RAE) no es ajena a ninguna de sus transformaciones, aunque no por eso tiene la obligación de contemplarlas todas. Unas quedan, otras las volatiliza el tiempo. Pero el hecho es que las actuales definiciones de la palabra están siendo matizadas en largos debates dentro de sus comisiones, muy concurridos y activos en lo que se refiere a un término sobre el que caben muchos colores.
Incluso, ganará una nueva acepción la palabra en el próximo Diccionario. La que tiene que ver con toda aquella actividad que gira en torno a un elemento: "cultura del vino", "cultura de la violencia"...
Ésa es la aportación que más discusiones genera. En los demás hay gran acuerdo, aunque según Víctor García de la Concha, director de la RAE, "cambiarán bastante". Ganarán matices. "Se enriquecerán porque trataremos de recoger nuevos usos actuales", anuncia.
El nuevo concepto está en plena ebullición. Quedan sesiones en la sede de Madrid y luego su posterior traslado a las 22 academias del español en el mundo para sus pertinentes discusiones y sugerencias. No sólo están reinventando la definición de "cultura". "También estamos discutiendo el término 'civilización", asegura García de la Concha.
La definición fijada en la 22ª edición del Diccionario de la Real Academia Española dice: "Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico". En su segunda acepción: "Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etcétera". Son las más amplias y a ellas, probablemente se incorporen otras de acuerdo con un debate que quiso introducir Claudio Guillén antes de morir en enero de 2007. "Hemos retomado el trabajo que él mismo empezó y que era interesantísimo", comenta García de la Concha, no sin nostalgia de su compañero.
Definir los nuevos campos está resultando un proceso más complejo de lo esperado. El académico y psiquiatra Carlos Castilla del Pino ha redactado una propuesta para explicar el significado de la palabra cuando va referida a las costumbres y características de un colectivo. "En este caso no hablamos del conocimiento, sino del conjunto del sistema de conductas que caracterizan a un grupo", explica el académico.
Castilla del Pino lo ilustra con ejemplos: cultura del alcohol, cultura de la droga, cultura de Hollywood o cultura andaluza. "Cuando se habla de la cultura andaluza no se refiere al conocimiento que tienen los andaluces sobre los libros, sino si el flamenco o el vino forman parte de sus costumbres, es en un sentido de antropología cultural".
Hay un libro que inspiró al académico, cuyo título usa la palabra con esta vertiente antropológica. Fue publicado a comienzos del siglo XX, lo que da idea de las raíces que tiene este uso del término cultura. Se trata de la obra Cultura femenina, escrita por el filósofo y sociólogo alemán Georg Simmel (1858-1918). "Es una colección de ensayos en los que se abordan las costumbres que caracterizaban a las mujeres, no se refiere al conocimiento que pudieran tener", aclara.
La definición redactada por Castilla del Pino, consensuada con Salvador Gutiérrez y José Antonio Pascual, y también asumida posteriormente por Emilio Lledó y el arquitecto Antonio Fernández Alba, está pendiente de discutirse en un próximo pleno. En la primera ocasión que se abordó el debate sobre la palabra, los académicos se enzarzaron a propósito del significado de distintas acepciones. Incluida la principal. La que se define en el Diccionario como conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. Castilla del Pino cree que obedeció a un "equívoco". "Unos hablaban del caballo como sinónimo de heroína y otros del animal", comparó.
No parece haber desacuerdo sobre la necesidad de incorporar una nueva definición, que está en muchas bocas por múltiples razones. Se habla de "cultura de la prevención o cultura de la empresa", cita el académico Francisco Rico, como "una línea de conducta". Pero sí hay más controversia sobre los ejemplos que podrían acompañarla. El escritor Luis Goytisolo, por ejemplo, defiende la restricción de los mismos a los que tengan una vocación más duradera: "A veces se le reprocha a la RAE que no recoja con demasiada rapidez, pero hay acepciones que a los cinco años se pierden". La cautela a la hora de incorporar novedades, añade, impediría que ocurra algo que a veces sorprende a los propios académicos: "A veces revisamos en comisión acepciones que nadie entiende, y esto ocurre porque fueron incluidas con rapidez y luego cayeron en desuso".
Goytisolo planteó una definición para la nueva acepción de cultura hace unos meses, consciente de que circula por doquier. "Tiene muchas acepciones, unas positivas y otras negativas; aunque sea un sinsentido en la mayor parte de los casos, es un hecho que está en la calle". Dicho lo cual, distingue entre "cultura del vino", que se refiere a una tradición mediterránea arraigada, frente a otras como "cultura de la droga", que no debería incorporarse a su juicio porque corresponde a una actividad marginal. "Hace años se hablaba mucho de filosofía de la empresa y ahora se usa mucho menos. Con cultura pasa algo similar, ahora se usa a veces de forma disparatada para decir cultura del botellón, que no tiene nada de cultura y que probablemente desaparecerá en unos años", reflexiona. Precisamente para distinguir entre unos usos y otros, el escritor, que ocupa el sillón C, considera "fundamental" que la nueva acepción vaya acompañada de ejemplos: "No creo que se puedan listar todos los casos donde se usa esta palabra, tendríamos que buscar los que van a pervivir".
Pero nunca a espaldas de la sociedad. Del hablante común y creativo, que es quien en definitiva reinventa e inventa la lengua, guste o no. Arturo Pérez-Reverte hace hincapié en esto: "La RAE debe hacer compatibles los usos", comenta el creador de Alatriste. "Aunque la palabra haya sido mal utilizada en los últimos tiempos. Hasta ahora, decir 'cultura de la violencia' o 'de la droga' es una incorrección, pero la Academia acepta los usos generales, por eso hay que compatibilizar. Estamos para aceptar realidades y que congenien las acepciones nobles con usos bastardos", comenta Pérez-Reverte.
Un deber de la Academia para él es conciliar. "Debemos recoger las variantes nuevas, registrar sus usos, es lo que estamos haciendo, ni más ni menos", añade el autor.
Aunque a veces se corra el riesgo de abaratar, de vulgarizar demasiado ciertos términos relacionados con la excelencia. "Usar una palabra así como comodín tiene sus riesgos", advierte Antonio Muñoz Molina, que antes que nada, avisa, no ha sido muy activo en los debates. Para el autor de Plenilunio, los conceptos de cultura más válidos son a su vez antitéticos: "Uno se refiere a la educación, a la formación y a algo que nos construye y otro tiene que ver con el punto de vista antropológico".
Sí se ha metido a fondo en el meollo el novelista Álvaro Pombo, por ejemplo. Aunque comienza a explayarse regateando: "Mi posición en esto es nula. Para mí es un asunto anticuado que ha acabado en una cuestión léxica". Más le hubiese gustado participar en los debates que hubo sobre el término en Europa en la etapa de entreguerras. Aunque lo de ahora, en plena época de la posmodernidad, también requiere una más que necesaria discusión. "Aunque sólo sea porque el Diccionario... es un acta notarial", asegura el autor de Entre las mujeres.
En ese sentido, a Pombo le parece muy interesante la nueva acepción que quiere incorporar la cultura como algo que gira en torno a un elemento determinado. "En ese aspecto, más que un concepto, pasa a ser un campo semántico, algo que curiosamente traspasa el lema de la propia Academia. Ya no debemos sujetarnos a limpiar, fijar y dar esplendor, sino a ampliar la lengua y sus usos".
Como tal, dentro del debate, algunos sabios de la lengua quieren aprovechar para introducir más matices. Es el caso del filósofo Emilio Lledó. "Para mí, una idea muy fecunda en este caso es la que aplicaban al término los griegos. Tenía que ver con la actividad, con el movimiento, con la acción. Sé que es difícil encerrar eso en una definición, pero deberíamos encontrar la forma de destacarlo. Más en estos tiempos, cuando necesitamos como nunca dejar de deambular y buscar derroteros".
Gracias:
JESÚS RUIZ MANTILLA/TEREIXA CONSTENLA, Madrid
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