jueves, 7 de octubre de 2010

LA CAMA DE PANDORA
Mi primer trío (virtual)
Ilustración: Luci Gutiérrez
El verano está loco, os lo juro. Para empezar, a principios de agosto, antes de irme de vacaciones, fui comisionada por Sergio, un querido follamigo, para regar las plantas de su casa mientras él se encontraba en la playa. Así es que me encaminé a su chalé en Guadarrama (ahora sé por qué siempre follamos en mi céntrico apartamento) con sus llaves, intentando hacer memoria de todo lo que me había encargado: abrir la llave de paso al riego del césped, dar de comer a las tortugas y a los peces, echar medio vaso de agua por maceta… Lo típico.

Después de cumplir con mis obligaciones y de dar dos vueltas por la casa, como el ciclo del riego se alargaba eternamente, decidí que podía aprovechar todo ese tiempo vacío en algo más útil, así es que me encaminé a su dormitorio y le llamé.

-“Hola. ¿A que no sabes dónde estoy?”. El tono de mi voz dejaba poco oxígeno a las dudas, pero por si acaso, añadí... “Y, mejor: ¿a que no sabes qué es lo que NO llevo puesto?”. A veces es mejor dejar las cosas claras.

-“¿Estás en mi casa? ¿En mi cama? ¿Sin ropa?”. Podía notar su erección a 600 kilómetros de distancia.

-“Ajá…”. Así es que, sin darnos tregua, empezamos una tórrida conversación de esas que acaban con las manos en la masa. Yo, en realidad, no estaba desnuda del todo, pero tenía la falda hecha un lío en la cintura y mis bragas por alguna esquina de la cama mientras le escuchaba jadear al otro lado del hilo.

-“Colócate de rodillas, Pandora. Imagina que me acerco por detrás a tu culito, te separo un poco las piernas y busco tu sexo con la boca… ¿Te gusta lo que te hago?”. ¡Vaya pregunta!

Y en esas estábamos, en plena sesión de sexo imaginario, cuando se abrió la puerta de su casa. Confieso que yo no escuché nada, tan excitada como estaba y pendiente de nuestra interesante disertación. Si lo hubiera oído, al menos me habría molestado en cerrar la puerta de la alcoba. Pero como no, ahí estaba yo, despatarrada del todo, con los ojos cerrados, mi mano izquierda sujetando el teléfono y la derecha recorriendo placenteramente el estrecho desfiladero que separa mi clítoris de mis labios, los dedos completamente empapados de flujo, de intrusa en una casa en la que acababa de entrar otro intruso.

El intruso en cuestión, David, hermano de mi follamigo, sabiendo que éste se había marchado de vacaciones, había tenido la idea de acercarse por su casa a lo mismo que yo: regarle las plantas.

En realidad, no tenía que estar allí, pero se había peleado con su novia y había decidido adelantar el regreso, mira tú por dónde. El caso es que, nada más cruzar la puerta debió de escuchar alguna de mis dulces frases dedicadas a Sergio.(v

-“Me encanta cómo te siento. ¡Ahhhh! Sí, muévete así. ¡Más fuerte! Un poco más… ¡Me voy a correr!”.

No escuché el "¿Hola?” de David, ni muchísimo menos. Cabalgando como una loca a lomos de un orgasmo en lo alto de la almohada (confieso que necesitaba el roce de algo que no fueran mis dedos), escuchando el loco jadear de su hermano al otro lado del teléfono, estaba yo para presentaciones de cortesía…

No creo que David pensase que aquellos gritos eran fruto de una psicofonía o de su imaginación calenturienta y, muy prudente él, sacó el móvil y marcó el número de Sergio.

Pero claro, Sergio tenía las manos ocupadas en ese momento, toda la sangre acumulada en el mismo sitio y el altavoz del teléfono conectado, así es que la llamada se quedó en espera un rato largo.

Me dio tiempo a correrme una vez y a recomponer la postura para buscar un segundo orgasmo y entonces mi follamigo se dio cuenta de que tenía como cuatro llamadas perdidas.

-“Ahora, me voy a imaginar que me acaricias muy suave por ahí detrás, que me gusta cómo me lo haces…”.

-“Sí. Esto… Pandora, aguántame ahí un segundo, que me está marcando mi hermano como un loco y no sé qué quiere. No te corras sin mí… O sí, córrete, pero no cuelgues”.  Honradamente os diré que pensé que era una broma, pero entonces escuché la voz de David muy cerca, subiendo la escalera.

-“Tío, estoy en tu casa y creo que se te ha colado gente. Estoy escuchando gemir a una chica. Yo creo que hay alguien follando en tu cuarto…”. No sé si me hizo más gracia o me dio más vergüenza la situación, pero me imagino que a Sergio le pasó lo mismo.

-“¿No jodas que estás en mi casa? El que está follando soy yo”. Escuché los pasos de David escaparse precipitadamente escalera abajo.

-“Coño, lo siento. ¿Pero tú no te habías ido a la playa?”. Y en  ese momento fue cuando Sergio me complicó un poco más la vida. Debió de explicarle qué clase de sexo estábamos teniendo, que él se encontraba a 600 kilómetros al sur de Madrid y que yo estaba sola en su habitación, montándomelo alegremente con su voz y mis manos y puede que incluso le pidiese a su hermano que subiese a echar un vistazo a ver si me hacía falta alguna cosa... El caso es que escuché las risas del otro, el cambio de dirección de sus pasos y recuperé la voz al otro lado de la línea, que durante esos minutos me había estado devolviendo sólo tonos de espera.

-“¿Estás lista para seguir o prefieres que lo dejemos por ahora? Si quieres, puedes seguir sin mí…”.

No voy a mentiros: dudé durante unos segundos qué hacer. Ahora, según lo recuerdo mientras lo escribo, pienso que podía haber terminado perfectamente el revolcón en tiempo real con el hermano de Sergio e incluso haberle regalado a éste la posibilidad de escucharlo por teléfono. Pero me pudo la vergüenza. Así es que me disculpé con mi amigo mientras recuperaba rápidamente mis bragas porque escuchaba los pasos llegando ya a la puerta y una voz algo tímida que me llamaba:

-“Ejem… Pandora, soy David, el hermano de Sergio, he venido a regar, pero veo que ya lo has hecho tú. Así es que, si no necesitas nada, yo me marcho…”. Ni le dejé acabar. Pasé delante de sus narices y me lancé escaleras abajo dejándole la confusa imagen de mi falda todavía enmarañada en las caderas y en el aire la fragancia de mi sexo húmedo.

Acaba de volver de vacaciones, y Sergio me ha llamado para contarme que se ha encontrado las plantas resecas y las sábanas de su cama metidas en la lavadora.

-“No me había pasado nunca tener en mi cama los fluidos corporales de dos personas que no han follado juntas y, además, que ninguno de esos restos sea mío”.

Por lo que entiendo, aquella tarde nos corrimos los tres. A destiempo y en solitario. ¿Significa eso que me he montado un trío con dos hermanos? No quiero ni pensarlo.

Gracias:
Lucy Gutierrez
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/lacamadepandora/2010/09/09/mi-primer-trio-virtual.html
♪♪♪♪♥

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