domingo, 4 de enero de 2009

Libros

La piruetas de 'Pop Up'


(Imagen: 'Pop up' de 'Las crónicas de Narnia', de C. S. Lewis)

Espectaculares y coloridos, los libros móviles se abren a nuevos temas y pliegan y despliegan sus páginas hasta alcanzar la tercera dimensión
En los libros desplegables la imaginación se impone. Abecedarios, aeroplanos, inventos y juegos visuales adquieren protagonismo en una curiosa propuesta literaria que, sin renunciar a su objetivo de difundir a los grandes clásicos de la literatura infantil y juvenil, también se aproxima al mundo del arte.

Los actuales pop ups, herederos de los Toy book, Toilet book, y libros móviles, tienen una deuda impagable con los creadores del siglo XIX, personajes y editoriales ya míticos como Lothar Meggendorfer, Ernest Nister, Dean and Son y Tuck and Sons. Su experiencia en la manipulación del papel hizo posible la aparición, un siglo más tarde, de figuras de la talla de Robert Sabuda, David A. Carter, David Hawcock, Sam Ita o Marion Bataille, maestros del género.

Entre la magia y la ingeniería.

Robert Sabuda, máximo representante del diseño del pop up en el ámbito internacional, presenta cada año nuevas ofertas en una sucesión de trabajos casi inagotable. En esta ocasión le toca el turno a Las crónicas de Narnia. La obra de C. S. Lewis, que edita Destino, adquiere así profundidad y permite admirar en tres dimensiones algunas de las imágenes más conocidas de la obra del escritor irlandés. Las siete dobles páginas que componen el volumen, que se inicia con la aparición del león Aslan, reflejan cada uno de los episodios que forman las crónicas, reproduciendo las aventuras con gran minuciosidad. Sabuda es también responsable de la adaptación en 3D de otras obras intemporales como Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, o El maravilloso mago de Oz, de L. Frank Baum, cuyas reediciones emprende Kókinos cada temporada. El talento de uno de sus antiguos colaboradores, Sam Ita, queda patente en 20.000 leguas de viaje submarino, que continúa la trayectoria iniciada con Moby Dick que publica SM. La unión del pop up y el cómic, "genial", en palabras de Sabuda, resulta novedosa e impactante. El dibujo compite con complejas estructuras de las que surgen submarinos y monstruos gigantescos que se integran en la historieta y la enriquecen.

Arte y Renacimiento.

Tras Titanic, best seller de 2007, David Hawcok se planteó reproducir en papel El cuaderno perdido. Leonardo da Vinci. El álbum reúne algunos de los inventos del genio del Renacimiento: máquinas voladoras, diseños arquitectónicos y un barco con grandes palas que impulsaban su movimiento y que giran ante los ojos atónitos del lector. Su editorial, Montena, presenta otra obra impecable: Las hadas flores. Rincones secretos, basada en el texto y las ilustraciones de Cicely Mary Barker. Flores, setas, gnomos y hadas se elevan del plano, mientras que cuadernillos y hologramas ayudan a recrear el fantástico mundo imaginado por la reconocida autora de los años veinte. La firma de Hawcok avala también Monstruos de los abismos, de MacMillan, una caja de sorpresas que deja vislumbrar el aspecto de seres tan extraños como el pez víbora, o el pez pelícano, desconocidos habitantes de los fondos abisales, y La casa y el jardín de Maisy, de Serres, libro-carrusel con figuras troqueladas del famoso personaje de Lucy Cousins. Arte en estado puro es el que ofrece Kveta Pacovská en Hasta el infinito, de Faktoría K de Libros, una idea sugerente que, rompiendo los márgenes del pop up, crea imágenes vanguardistas en las que el color y la imaginación de la artista checa juegan con los espacios y los vacíos. Tan interesantes como los dibujos son los textos de la ilustradora, premio Andersen 1992, que define a las letras como "la arquitectura del placer" y aconseja tocar cada elemento y observar a través de las aberturas que perforan cada página.

Un toque imaginativo.

Kees Moerbeek, otro de los grandes de la manipulación del papel, sorprende con sus ingeniosos libros-cascada, que edita Pirueta. Pequeños cuadraditos de papel se agrupan para ayudar a los más pequeños a ver y leer cuentos clásicos como Los tres cerditos, o historias de miedo en La pequeña caja de los horrores. La casa de los inventos, de Robert Crowther, de Molino, se aparta de la función fundamentalmente lúdica del desplegable para convertirse en divulgador del proceso de creación de objetos cotidianos que en su día ayudaron a mejorar el nivel de vida de toda una generación. Llamativo resulta, asimismo, el trabajo de Emma Thomson en El viaje en globo de las hadas, de Beascoa, con su opción de transformarse en móvil; quien, a su vez, presenta bajo el mismo sello El secreto de Grafita, una historia llena de encanto protagonizada por juguetes. Acetatos transparentes e imágenes tridimensionales son los recursos que emplea MacMillan para abrir una espectacular ventana a la vida marina en Océanos, que muestra la belleza que encierran los arrecifes de coral y los bosques de kelp, mientras que Kókinos en 24 pingüinos para Navidad opta por un calendario de Adviento con dibujos de Joëlle Jolivet. Los juegos de papel dan lugar a una divertida y alocada aventura, en El rally del miedo, de Chris Mould, que edita Timun Mas. Los corredores, con coches troquelados, participarán en una disparatada carrera a través de la curva del infierno, el túnel de la telaraña o el cerro del esqueleto, hasta llegar a la sorpresa final. Sorpresas aguardan también tras las ventanas con lentes de aumento de Un regalo para Papa Noel, de la misma editorial, con texto de David Wood e ilustraciones de Dana Kubick.

El diseño nacional.

Combel, con tres de las más brillantes creaciones de David A. Carter en su catálogo: Un punto rojo, El 2 azul y 600 puntos negros, apuesta ahora por los libros "hechos en casa". Así surgen Mira Mira, de Ángels Navarro, un laberinto de ilusiones ópticas, que resulta todo un despliegue de imaginación y color, al que la autora, con un amplio currículo en la realización de juegos de ingenio, define como: "un pop up modesto, de una belleza minimalista simple", o Los Reyes Magos de Oriente, ópera prima de Mercè Canals y Lluís Farré. Dentro de esta misma línea se enmarca la nueva colección de arte, de Patricia Geis, cuyos dos primeros títulos, La Mona Lisa y Calder, se distribuirán este mismo mes en las librerías. "Queríamos que los niños pudieran ver arte, como esculturas o instalaciones, en toda su dimensión. Que un pato de Calder se pudiera balancear o Leonardo da Vinci pudiera liberar a un pajarito", comenta la ilustradora y diseñadora, que en la actualidad trabaja en el desarrollo de los dos próximos tomos, cuyos nombres el editor guarda celosamente. -


Gracias:
Ana Bermejo
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