martes, 19 de agosto de 2008

Los juegos olímpicos

CITIUS, ALTIUS, FORTIUS


(Imagen: Archivo)
En Olimpia, desde el año 776 a.C. y durante más de un milenio, se celebraron cada cuatro años en honor del dios Zeus grandes competiciones atléticas cuyos vencedores eran aclamados como héroes.

Los Juegos Olímpicos se celebraron ininterrumpidamente desde el 766 a.C. hasta finales del siglo IV d.C. Cada cuatro años y durante cinco días, entre julio y agosto, se reunían en Olimpia los mejores atletas de Grecia para competir en honor de los dioses. Durante el festival, el santuario de Olimpia y sus alrededores se convertían en el lugar más concurrido de Grecia; allí se reunían vendedores ambulantes, alcahuetes, magos, acróbatas, bailarines, sabios y escritores. Sin embargo, la participación en los juegos estaba únicamente reservada a varones griegos y libres (aunque a partir de la época helenística se admitieron participantes no griegos, adquiriendo los Juegos carácter universal). Las mujeres, los esclavos y los condenados por delitos religiosos o de sangre tenían prohibido tomar parte en las pruebas. Además, a diferencia de la competición moderna, los juegos eran una celebración religiosa, un acto de culto en el que los vencedores acostumbraban a realizar sacrificios de acción de gracias por su triunfo, como es el caso de las libaciones. Según la reconstrucción de H. Lee, en el día primero tenían lugar las dos únicas pruebas no deportivas, la de heraldos y trompetistas; el segundo día estaba reservado a las carreras hípicas por la mañana, y al pentatlón por la tarde, que constaba de cinco pruebas: lanzamiento de disco, salto de longitud, lanzamiento de jabalina, carrera y lucha; en el día tercero se realizaban procesiones, ritos en honor de Pélope –el héroe mítico que fundó los Juegos– y un sacrificio a Zeus; en el cuarto, las carreras pedestres o las «pruebas pesadas»: lucha, pancracio y boxeo; los juegos finalizaban con la coronación con olivo de los vencedores y el banquete final. Los vencedores regresaban a su patria cubiertos de gloria, y eran recibidos con honores y recompensados con varios privilegios, como la exención de impuestos.


Gracias:
Por MARGARITE DUCHAPS
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