PEINADOS DEL SIGLO XVII
(Fotos: Archivo/Portada de El Universal)
Pelucas y peinados de altura
Tenían que permanecer quietas alrededor de seis horas para conseguir un envidiable peinado piramidal, tan alto que duplicaba el tamaño de sus cabezas y tan pesado que provocaba dolores, pues en medio del cabello había una armadura, ganchos, peinetas y agujas
Tenían que permanecer quietas alrededor de seis horas para conseguir un envidiable peinado piramidal, tan alto que duplicaba el tamaño de sus cabezas y tan pesado que provocaba dolores, pues en medio del cabello había una armadura, ganchos, peinetas y agujas.
Pero eso no era lo peor: como el arreglo en sus cabelleras era tan ostentoso, lo conservaban hasta por dos semanas, para lo cual se embadurnaban con una pomada a base de manzana y otras frutas, que era una delicia para moscas, cucarachas y otros insectos, por no hablar de lo que los ratones hacían con las capas de dulce.
Así que eso de esclavizarse del cabello no es cosa de las décadas recientes. La historia está llena de episodios que muestran cómo mujeres y hombres intentaron demostrar su poder o reforzar sus encantos a partir de lo que llevaban en la cabeza. En todo caso, fue durante el siglo XVIII, en especial entre los franceses, cuando el peinado y las pelucas alcanzaron alturas y diseños insospechados.
De eso da cuenta De peinados e individuos que se muestra en el Museo Nacional de San Carlos. Son 60 obras -pinturas, esculturas, reproducciones de estampas y alhajas-. Exhibe los peinados, tonos -gris y blanco- y adornos destinados a reafirmar poder, establecer un rango o seducir. Las piezas forman parte del acervo del Museo Nacional de San Carlos, así como de los museos del Virreinato y Nacional de Historia, de la colección Perez Simón y de la Universidad de Yale.
El curador Marco Antonio Silva Barón dice que las obras están organizadas por salas con temas como apoteosis capilar, alhajas y adornos, la peluca entre los hombres, el glamour del matrimonio Cosway, la satirización de este mundo ostentoso y su impacto en la Nueva España.
“La muestra -dice Silva- versa sobre cómo en el transcurso de ese siglo el cabello cobró un protagonismo particular por ser uno de los atributos específicos para delinear la personalidad. La peluca respondía a un rango en el Estado o función pública, la llevaban abogados, magistrados y burócratas. Las mujeres la usaban como diversión. En ellas vemos, más bien, el peinado alto; mientras más alto, más atención recibía la modelo, mayor importancia tenía en la sociedad. Los aristócratas se permitían este tipo de comportamiento”.
Rulos aquí y allá
Una de las salas de la muestra está dedicada a personajes centrales, como fue la señora Cosway, una mujer que representa el modo de vida hedonista y ostentoso. “Era una dama italiana que migró a Inglaterra, donde se casó con Richard Cosway. Eran, por así decirlo, los fashionistas de Pall Mall en el siglo XVIII. En la casa de este famoso matrimonio confluían los personajes de moda; su vida era de drama, pompa y circunstancia”.
Silva explica que entonces ya existían los barberos, pero que en el París del siglo XVIII este personaje evolucionó hacia el esthéticien, quien diseñaba modelos de cabello para sus clientes. Uno de los más destacados fue Legros, que hacía modelos de peinados altos, luego los ponía en práctica en muñecas de trapo que circulaban entre las clientas.
En la última sala se encuentran las reproducciones de la Universidad de Yale, que ridiculizan y exageran el tipo de peinados y personajes de la época. Es el caso del Macaroni “verdadero personaje de la mascarada tardía”, que hoy tendría en el metrosexual a su equivalente.
De peinados e individuos ofrece un programa de actividades paralelas para toda la familia. Estará en el MNSC, Puente de Alvarado 50, hasta el 30 de mayo.
Gracias:
Sonia Sierra, El Universal
http://www.eluniversal.com.mx/estilos/66161.html
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