TODA UNA DINASTÍA
(Foto: AP/Un Hals, procedente de la casa Rothschild, a su paso por Christie's, en 1999)
¡Quién fuera un Rothschild!
Lord Jacob expone por primera vez arte contemporáneo con el aval familiar. Su apellido marca la cultura de los últimos siglos, desde Proust hasta Broadway
Marcel Proust se ponía lívido cuando escuchaba las dos sílabas de su apellido (si hasta Charles Swann parece sacado de la estirpe). Broadway les dedicó un musical en 1971. Los museos de media Europa existen gracias a sus donativos. Los nazis les dieron un 'papel de protagonistas' en 'Der ewige Jude', una película-panfleto dedicada a difundir la 'maldad' de la gran banca judía. Y, ahora, Jacob, el penúltimo gran tipo de la casa, se dedica a exponer su colección de arte contemporáneo en un palacio familiar en medio de Inglaterra. Y triunfa.
Señoras y señores, con todos ustedes, los Rothschild, la familia más rica del siglo XIX (la más rica de todos los tiempos, en términos relativos) y la que, aún hoy, representa todo el refinamiento que los millonarios de medio mundo quisieran tener (y no tienen). 'Le style Rotschild', dicen los franceses. ¿Los Medici, a su lado? Unos señoritos de provincias...
Lord Jacob Rothschild es el Rothschild del momento, por lo menos en la rama inglesa. Su hacendosa mano dirige Waddesdon Manor, una afrancesada e imponente mansión en Buckinghamshire (en el sur del país) que atrae a 100.000 personas al año para ver la colección de arte del baronato Rothshield (y no son más por razones de aforo). La novedad es que Lord Jacob le ha abierto las puertas al campo del arte contemporáneo. Waddesdon Manor exhibe, desde ahora, piezas de artistas como Jeff Koons, representado por una obra llamada 'Huevo roto'.
No es tan extraño si se considera que hace muchos años, el adolescente Jacob vendió la colección de sellos de su infancia para comprar un 'giacometti', según cuenta ahora el antiguo aficionado a la filatelia en 'The Times'.
Los Rothschild actualizan así una historia financiero-cultural que empieza como todas: en la mala conciencia. Porque los Rothschild también fueron una vez nuevos ricos salidos del gueto de Fráncfort que quisieron lavar sus humildes orígenes con arte. Mayer Amschel Rothschild, el fundador de la casa, fue un tendero listo pero no especialmente sensible. Sus descendientes, enviados a Nápoles, Londres, París y Viena con ánimo de lucro, fueron los que empezaron a construir la colección de arte más grande de la historia. Y que la porcelana de Limoges hiciera olvidar los malos recuerdos.
Hoy, sólo hay dos grandes colecciones familiares: la de Waddesdon y la de Ginebra, que no está abierta al público. Y eso, por culpa de miembros destacados de la casa como el francés Alphonse James de Rothschild (1827-1905), llegaron a regalar 2.000 obras de arte a lo largo de su vida. Bien regalados están si ése es el precio que permite ver el apellido familiar en las páginas de 'En busca del tiempo perdido'.
Gracias:
Luis Alemany | Madrid
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/04/05/cultura/1270456753.html?a=d0d5aacc4a3cfd1ab9af1f292a130af3&t=1270484865&numero=
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