SEXY RELATO
(Ilustración: Luci Gutiérrez)
'Te metía yo...
Dice mi padre, que para eso es doctor en letras Clásicas, que piropo viene del griego y que significa algo así como "fuego en el rostro”.
Supongo que la traducción está bien hecha y, desde luego, el significado no puede ser mejor. Porque, tanto si es bueno como si es malo, como mínimo un piropo consigue que una se ruborice (aunque sea de vergüenza).
La verdad es que ya no se dicen piropos como antes. Ahora los cumplidos como Dios manda sólo te los dicen los abuelos de tus amigas, si todavía tienen la cabeza en su sitio y no se les ha muerto la próstata de aburrimiento.
El otro día, por ejemplo, fui a casa de Elena y allí, el padre de su madre que tiene como 90 años, se levantó de la silla para besarme la mano y me soltó una retahíla de requiebros tal, que casi me entraron ganas de recompensarle con algo más que un beso y una sonrisa.
-“¡Qué monumento de mujer! Elenita, ¿cómo no me has dicho que iba a venir una diosa a vernos? Me habría puesto una flor en la solapa. ¿Pero tú la has visto? Voy a llamar a Gallardón para que no te dejen entrar en la calle de Serrano, que con el poderío que caminas seguro que se vuelve a abrir los socavones. A ti tu madre no te tuvo en nueve meses, ¿verdad? Porque para hacer un monumento como tú se necesita por lo menos un año. Tú sabes que Dios hizo el mundo en seis días y al séptimo descansó, ¿no? Pues el día que te hicieron a ti no descansó ni Dios…”. Como para no acabar con la cara como una hoguera de San Juan.
El abuelo de Elena es de esos pocos (poquísimos) que saben halagar a una mujer. Ahora algunos hombres se creen que por decirte: “Te la voy a meter hasta donde dice Toledo”, ya te tienes que volver y darles las gracias y tu teléfono. De hecho, por curiosidad me hice fan en Facebook de una página titulada “Ufff, lo que te hacía…” en la que ellos y ellas entran y dejan escrito lo que entienden por piropos. Pero lo que me he encontrado son perlas de esta guisa:
“Si es que te pillaba y te los echaba de dos en dos hasta que saliera un número impar”, “si las miradas follasen te dejaba seco niño”, “eso es carne y no lo que le echa mi abuela al guiso”, “entre lo que a ti te cabe y lo que yo te metería qué bien lo pasarías”, “te daba lo tuyo y lo de tu prima”, “mulato, si te cojo te voy a dar mas lengua, que un gato a la cabeza de un pescao”, “te daba mas rabo que cuello tiene un pavo”…
Puede ser estimulante pero bonito, lo que se dice bonito... Bonito fue lo que me dijo ayer un muchacho que me crucé por la calle. A los pocos pasos se dio media vuelta (como en los anuncios antiguos de desodorante) y, cuando me dio alcance, me dio efusivamente las gracias.
-"Gracias ¿por qué?", pregunté.
-"Por enseñarme tanta belleza junta". ¿No es para morirse de gusto?
Mi educación sexual temprana está marcada por alguna serie de piropos que escuché siendo niña en el pueblo de mi abuela un mes de agosto, durante las fiestas. En la plaza estaban los niños y las niñas en dos grupos separados y mi prima y yo jugábamos al elástico entre ambos, cuando uno de los chavales mayores se quedó mirando a una de las chicas que ya se marchaba y le dijo.
-“¡Guapa! Te daba yo…”. A lo que la aludida, supongo que envalentonada por la presencia de sus amigas, se volvió y le contestó:
-“¡Si tus cojones fueran un polo te los chuparía hasta el palo!”.
Lucía, que era algo mayor, se puso roja como un tomate y me miró temerosa de que yo hubiera entendido algo.
-“Si sus cojones estuvieran fríos como un polo, el palo sería muy pequeñito, ¿verdad?”, pregunté con toda la inocencia del mundo.
Después he aprendido que, conforme algunos hombres iban sacando su “palo” con más facilidad de sus pantalones para que una chica se lo merendase a lametazos, se iban olvidando en el camino de las cosas que hay que decir para lograrlo.
Por un motivo o por otro, creo que hace años que enterramos el arte del piropeo. Antes te decían cosas desde los andamios, pero ahora las zanjas están llenas de obreros que vienen del frío y no saben expresarse bien en nuestro idioma, así es que, como mucho, los pobres alcanzan a tirarte un beso o a silbarte. Además, no sé por qué hay mujeres que se lo toman fatal, lo consideran un insulto o poco menos que ¡acoso! (supongo que dependerá del elogio...).
La inmigración procedente de América Latina es la que está salvando el expediente y, sabedores de que tienen el don de la palabra y un acento al que es imposible negarle una sonrisa, últimamente me atacan por todos lados.
El otro día, por ejemplo, en un centro comercial se me acercó un señor moreno y achaparradito sólo para decirme:
-“Mijita, tú no serás la Virgen María, pero estás llena de gracia”. No me digáis que no tiene mérito ver algo virginal en mi persona…
Gracias:
Pandora Rebato
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/lacamadepandora/2010/04/22/te-metia-yo.html
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