LA CAMA DE PANDORA
SEXY RELATO
(Ilustración: Luci Gutiérrez)
Álbum de 'fotopolvos'
Laurita ha venido a contarme que un tipo de su clase, con el que se enrolló una noche hace tiempo, ha colgado en su página de Tuenti unas fotos de los dos dándose el lote.
La pobre está desolada, porque su novio actual las ha visto y, obviamente, no le han hecho mucha gracia.
Mientras decide si convence por las buenas al traidor para que quite las fotos o mejor le denuncia a la red social (aunque está difícil esto de la política de imágenes), me he sentado con ella para explicarle que no iban tan desencaminados los indios cuando se negaban a ser retratados porque pensaban que, con cada fotografía, les robaban un pedazo de alma.
Desde luego, yo tengo prohibida la entrada a mi dormitorio (como en los vestuarios de los gimnasios y en los cines) con cámaras o móviles, para evitar tentaciones. Y hace tiempo que vigilo mucho mis poses en las fotos que me hacen por ahí, por si pueden llevar a equívocos. Sobre todo desde que una instantánea mía, bailando desmelenada con un taburete de bar en una fiesta a la que me invitaron, acabó en el tablón de anuncios de una comisaría de policía bajo el letrero de "Se busca" (otro día os cuento esta historia).
Conozco a un tipo que una vez se dejó grabar con el móvil un vídeo de alto voltaje mientras echaba un polvo furioso con una compañera de trabajo. La chica en cuestión (que disfrutaba de las imágenes en diferido para su único solaz y entretenimiento) perdió un día el teléfono y quien quiera que se lo encontró, colgó el vídeo de ambos en Youtube.
Broncas, discusiones, amenaza de despido... Y todo porque a la niña le excitaba verse con el culo en pompa y a cuatro patas.
Yo siempre presumo de que puede que haya uno o dos desnudos míos dibujados a mano alzada (uno de ellos es el de mi retaguardia, que utilizo con Christmas navideño), pero ninguna foto inoportuna e impresentable. Sin embargo, confieso que una vez participé en una sesión de fotografías eróticas con un novio que tuve hace unos 12 o 13 años y que acabó, con tanta calentura de roces y posturitas, en un polvo con todas las de la ley. Creo que, incluso, tomó alguna imagen de mi cara mientras llegaba al orgasmo.
La verdad es que esta última, al menos, no me habría importado verla, pero en cuanto se nos pasó el desenfreno, ninguno de los dos se atrevió a llevar el carrete a revelar. A punto estuve de confiárselo a Ulises, que en aquella época hacía prácticas de fotografía y tenía un cuarto oscuro en casa, pero me lo pensé tanto que, finalmente, el rollo se veló.
Creo que para esas cosas tengo una flor en el culo o un ángel de la guarda que vela por mí cuando yo ya he perdido la cabeza.
Y es que, las cosas que somos capaces de hacer en pleno Golpe de Estado de hormonas nos pondrían los vellos de punta en cualquier otra ocasión.
Una vez me contó Patricia, mi amiga psicóloga, que había visto un caso clínico de un tipo que se dedicaba a grabar cada relación sexual que tenía con cámaras de vídeo camufladas.
Al parecer, el sujeto (que debía ser socio de honor de La Tienda del Espía) tenía toda su casa acondicionada por si la ocasión le sorprendía en el salón, en la cocina o en el baño, en lugar del dormitorio, y atesoraba varios discos duros llenos de imágenes en los que se le ve practicando sexo con distintas mujeres. Lo peculiar de la situación es que a todas las convencía para disfrazarse antes de entrar en faena.
—"En serio, Pandora: de caperucita roja, de monja, de criada, de colegiala, de superwoman, de María Antonieta… Tenía un armario lleno de disfraces. No te lo puedes ni imaginar".
Pero tranquilas todas aquellas a las que les suene sospechosamente personal esta historia: parece que, al menos, el tipo disfrutaba de los vídeos pajeándose en soledad o en compañía de otros, pero no consta que colgase ninguno en Internet.
Precisamente, en cuanto a esto, creo que Laurita ha aprendido la lección de una forma mucho menos drástica que nuestra bella Elena, que, tras un fin de semana de amor y sexo con su nuevo novio, a la sazón fotógrafo aficionado, alojó las pruebas gráficas en el álbum web en su servidor de correo, con todas las precauciones de confidencialidad posibles. Muy prudente ella...
Lo malo es que su madre le pidió que le enviara una foto suya reciente para enmarcar y Elena, pensando que seleccionaba la que probablemente era la única imagen que tenía vestida de aquel fin de semana, le envió sin querer el álbum completo: 102 fotografías en las que se les veía juntos y por trozos (al parecer había incluso primeros planos del "mástil de la bandera" y una artística aproximación a sus labios menores), enseñando más carne de la que la pobre mujer estaba dispuesta a soportar.
Moraleja: las cámaras, como las armas, las carga el diablo y las fotos, casi siempre, las administra un imprudente.
Gracias:
Pandora Rebato
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/04/14/gentes/1271238809.html?a=8cdbb587eecb594926c2464c8c17fb95&t=1271368367&numero=
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