Una leyenda viviente
(Dibujo: Juan José)
Tres hombres sabios que venían persiguiendo una señal buscando a un ser por nacer, más poderoso que ellos y a sabiendas que esa señal los llevaría hacia él, viajaron largas distancias para poder encontrarlo.
Se dice que los tres reyes magos llegaron de Oriente con regalos para el nuevo rey. Mirra, incienso y oro. Mirra para un médico que salvaría almas, incienso para un dios y oro para un rey. Ese esperado ser que estaba por nacer tenía que ser la persona que cambiara al mundo.
Melchor, Gaspar y Baltazar, los tres reyes magos, lo sabían y venían a buscarlo a presentarle sus respetos.
Varias son las versiones que se cuentan de esta bonita leyenda donde la más conocida es la de la iglesia católica. En ella se cuenta que la señal los llevó a un establo donde había nacido el niño Dios y lo adoraron y le entregaron los regalos que llevaban para él. Luego se devolvieron a sus lugares de origen y ya no se supo más de ellos.
Una versión más creíble aparece en el libro de “Los viajes de Marco Polo” sobre estos tres hombres sabios. Se cuenta que en realidad venían siguiendo una señal que los llevaría a conocer a un hombre mucho más poderoso que ellos con la intención de presentarle sus respetos. Los tres hombres sabios venían de diferentes lugares y no se conocían entre ellos. Cuenta la leyenda que uno de ellos tenía la escasa edad de 20 años, otro 40 y otro 60.
La señal los llevó a un lugar a las afueras de Belén, un lugar que a una distancia considerable era un corral con un tejabán donde había un burro, una vaca y unos borregos cubriéndose del frío. Con la duda que sentían los hombres, decidieron que fuera primero el más joven sabiendo que sino era el lugar él podría correr más rápido que todos. Con la espada desenvainada se acercó al lugar pero fue recibido por un joven de su misma edad que le dio la bienvenida. Platicaron por unos minutos y el joven volvió con los otros dos hablando maravillas de ese joven con el que acababa de platicar. Lo siguió el hombre de 40 años y le pasó lo mismo que al joven anterior. Un hombre de su misma edad se le presentó y le dio la bienvenida e intercambiaron varias palabras volviendo con los otros dos hablando maravillas de ese hombre del corral. El turno fue del rey de 60 años y corriendo la misma suerte regresó anonadado del hombre, que con su misma edad, lo asombró con su inteligencia.
Los tres hombres sabios no daban crédito de la sabiduría de esa persona con la que platicaron hasta que el más joven comentó que solo tenía 20 años. Los otros dos se azoraron de ese comentario y dijeron que tenía una edad pareja a la de ellos. Al no creer lo que cada uno decía, deciden llegar los tres juntos y es cuando se encuentran que en aquel pesebre está un niño recién nacido.
Los tres hombres sabios presentaron sus respetos a aquel niño convencidos que él era el Dios-rey que esperaban encontrar.
Un regalo para el niño Dios
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