miércoles, 6 de enero de 2010

LA CAMA DE PANDORA 

RELATO DE CAMA


(Ilustración: Luci Gutiérrez)

Mi enésimo vibrador
Tengo el terrible presentimiento de que este año, los Reyes Magos me van a traer un vibrador... otra vez (¿se nota mi entusiasmo?). Llevo meses hablándole a mi hermana Casandra (a la sazón, la espía doméstica de Sus Majestades) de lo mucho que me gustaría estrenar un móvil último modelo de esos que tienen internet, teclado "qwerty" y una pantalla enorme...

Pero, o mucho me equivoco, o los pésimos adivinos de Oriente van a volver a rebajar la catalogación moral de sus presentes para honrarme con otro gadget sexual, el enésimo (insisto: ¿se nota mi entusiasmo?).

Ojo, no es que no me vaya a gustar, que seguro que me encanta, pero es que se está convirtiendo ya en un regalo un poco rutinario y en un valor seguro cuando mis padres y mis hermanos se acuerdan a última hora de la voluptuosa y relajada Pandora.

A razón de dos regalos al año (Reyes y cumpleaños), tengo ya no menos de 10 juguetes eróticos distintos (patitos, dildos, esposas, aceites, estimuladores, cintas de bondage...). Vamos, que cuando me canse de tenerlos en el armario, los meto a todos en una maleta y me dedico a ir de casa en casa en plan chica "tuppersex". Pasta seguro que les saco...

Pero bueno, siendo honesta, y porque dice mi padre que es de bien nacido ser agradecido, el año pasado sus majestades se portaron estupendamente y me regalaron (cómo no) un vibrador... pero con mando a distancia.

Sí, con mando, como la tele, pero al darle al botoncito en vez de cambiar el partido por una peli, pasabas de la vibración continua a una muy graciosa de golpecitos, luego a otra que parecía una canción de Gloria Stephan, y de ahí a una con ritmos marciales... Monísimo el aparato, oye... con cinco velocidades, como los coches. Tú te colocas dentro de la vagina, a modo de tampax, un huevecillo alargado (mismamente como un tampón), enciendes el control remoto y... hala, a vibrar. Conociendo a mi madre, la verdad es que la sorpresa me dejó con las patitas colgando. Pero no tardé en averiguar que había gato encerrado.


—"El caso es que no acabo de entender esto del mando, mamá. Quiero decir: si tengo el huevo puesto, ¿para qué necesito que el control funcione a una distancia de hasta 15 metros?". Atención que la pregunta tenía trampa.

—"Pandora, parece mentira, hija... ¡Es para usar en pareja!".

—"¡Ajá!, canalla... ¿Qué pareja?". Años llevo con esta lucha monotemática que se repite en bodas, bautizos, comuniones y fiestas de guardar. Es verdad que últimamente han hecho un esfuerzo y han erotizado el tipo de regalo (más a mi gusto que dos pares de pantuflas a juego, eso es verdad), pero ahí siguen, erre que erre.

La cosa hace tiempo que ha dejado de tener gracia. Porque, para empezar, hace ya un año que lo tengo y todavía no he estrenado la función para compartir del dichoso vibrador.

Y es que, no nos engañemos, el juguete está pensado para que alguien te lo encienda cuándo y dónde menos te lo esperes. Pero... ¿quién? ¿A quién le otorgas el don milagroso de provocarte un orgasmo a distancia? Teniendo en cuenta la mala suerte que tengo últimamente con los amantes ocasionales, estoy considerando seriamente llevármelo a la oficina.

Pensé darle el mando a Julia, mi jefa que además es amiga, pero la idea desembocó en un dilema moral: si lo manipula ella y al final me corro, ¿significa eso que estoy teniendo sexo con otra mujer?

Eso por ejemplo, pero es que la cuestión no es baladí. ¿Y si se lo doy a Ramón, mi guapísimo compañero de frente? ¿Significa eso que está engañando a su mujer conmigo?

¿O a Martín Lobo...? ¿Quedaría en entredicho su declarada homosexualidad si consigue que una hembra heterosexual disfrute con sus manejos, aunque sea a distancia?

¿Debería dárselo al becario o podría considerarse acoso?

¿Y si no les digo a ninguno de qué va el asunto y dejo que algún espontáneo lo encienda...? ¿Es eso una cita a ciegas?

Si se lo paso a los chicos de mi oficina, les explico el juego y deciden turnarse para activarlo... ¿estoy teniendo sexo en grupo?

Y si además se anima Julia... ¿eso lo convierte en una orgía?

Si, finalmente, alguien se va de la lengua y nos descubren, ¿me pueden despedir por practicar el sexo en la oficina... aunque esté completamente vestida?

Difícil, ¿no? Por eso tengo el huevo olvidado en el cajón de los juguetes (tengo más juguetes ahora que cuando era niña...), que es a donde va a ir a parar (seguro) lo que hay dentro de esa misteriosa caja que está colocada bajo el árbol, entre el nuevo "notebook" de Ulises y el televisor ultraplano de Casandra (manda narices...). No, si al final voy a tener que echarme un novio para que me regalen un teléfono. Chantajistas...


Gracias:
Pandora Rebato
http://www.elmundo.es
♪♪♪♪

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