LA CAMA DE PANDORA
SEXY RELATO
(Ilustración: Luci Gutierrez)
'Sexo telefónico... vale, pero conmigo'
Ahora que Eugenio, el marido de mi amiga Marta, está en un congreso en Bilbao, nosotras tenemos más tiempo para vernos. Como desde que se deshizo de Dafne y su complejo para siempre, Marta se ha vuelto más que fogosa, insaciable (lógico, la pobre tiene que recuperar el tiempo perdido), la curiosidad me corroe y no he podido evitar preguntárselo.
-”Bueno, y ahora que tu hombre se ha ido, ¿cómo te organizas? ¿Cómo lo hacéis? ¿Quieres algún juguete para no perder la costumbre?”.
-”Lo hacemos por teléfono, claro”.
-”Claro, claro...”.
Al parecer, según cuenta, ella le llama por la noche al fijo del hotel y tienen tórridas y largas conversaciones en las que se baja mucho la voz y se sube el tono de los gemidos.
-”¿Y siempre acabáis con un orgasmo?”.
-”Por supuesto. Lo bueno del teléfono es que no tienes que hacer gran cosa. No es gimnástico ni sudoroso. Yo estoy tumbada en la cama y él me va calentando con lo que dice que va a hacerme. Además, ¿quién sabe acariciarte mejor que tú misma?”. La explicación de Marta me ha dado que pensar.
Conozco a algunas personas a las que no les gusta masturbarse porque les parece un poco triste el sexo en solitario. Así es que, a lo mejor, con alguien al otro lado al que contarle y que te cuente, puedes recrear la fantasía de que estás acompañado (aunque estés más sólo que la una a la hora de limpiarte los restos, claro).
Es evidente que para eso se inventaron las líneas eróticas; porque hay un negocio enorme en ayudar a dar placer a quien no sabe cómo o a quien sabe muy bien cómo, pero le van otro tipo de fantasías.
Por ejemplo, yo tuve un novio hace tiempo al que le gustaba acostarse con el teléfono casi tanto como conmigo y, a veces, se empeñaba en hacer llamadas mientras me dedicaba unos minutos de preliminares.
Me acuerdo de una vez, cuando llevábamos juntos unos cinco o seis meses, que puso el teléfono encima de la mesa. Tras quince minutos de besos, caricias y jugueteos y yo ya estaba más caliente que una plancha, en lugar de hacer lo que se esperaba de él, se dio media vuelta, cogió el teléfono y se puso a marcar.
-”Ehhhhh. ¿Tan urgente es?”, pregunté sin pretender parecer impaciente.
-”Espera. A ver quién hay esta noche”. Y se puso a escuchar mensajes procaces dejados por otras personas que esperaban ser seleccionadas. “Vamos a grabar un mensaje nosotros, Pandora, a ver quién nos llama”.
-”Estarás de broma...”. Pero no, de broma nada. Hablaba muy en serio y no sé cómo me convenció para participar en ese juego surrealista, pero acabamos grabando un mensaje como Venus y Marte (“Hola. Yo soy Venus”. “Y yo soy Marte. Y estamos muy cachondos”. “¿Quieres montártelo con nosotros?”) y escuchando citas igualmente ridículas de gente que estaba bastante más sola que nosotros.
Después de 10 minutos de dar vueltas por los distintos buzones, mis ganas de sexo estaban más muertas que las plantas de mi salón.
-”¿No te vale con las cosas que te digo yo? Puedo ser mucho más obscena hablando, si quieres... ¿Puedo saber qué buscas?”, le pregunté bastante mosqueada.
-”A otra pareja como nosotros, para que nos cuenten lo que hacen”.
-”Yo te digo lo que hacen: el ridículo, como tú. Yo me acuesto, héroe. Tú sigue ahí y, si les encuentras, a ver si te dicen dónde están y te vas con ellos. No hagas ruido al cerrar la puerta”.
En realidad, me da la impresión que lo que Marte necesitaba era un trío más que una tarifa plana (aunque sus facturas de teléfono eran una cosa aparte).
La última vez que le vi, ni se dio cuenta de que me vestía y me marchaba de su casa, mientras él seguía haciendo una ronda de reconocimiento en una línea erótica en la que a las teleoperadoras debían estar más que aburridas de escucharle.
Luego, cuando me llamó como un energúmeno para pedirme explicaciones por dejarle con el calentón, no pude evitar castigarle a su manera:
-”Si quiere escuchar un orgasmo, pulse el uno. Para oír una mamada, pulse el dos. Si lo que quiere es echarle un polvo a Pandora, va usted listo”.
Si yo lo entiendo bien, no es lo mismo hablar con tu legítima que llamar a otra señora y decirle qué te gustaría hacerle con lo que tienes entre las manos. Que me lo digan a mí, que tuve que cambiar de número hace unos años, porque una joven enajenada, convencida de que yo le había robado a su novio (y no es cierto, no dijo que estaba comprometido), publicó mi número en la sección de contactos de un periódico con el siguiente mensaje: “Llámame y córrete en cinco minutos”.
Y a mí, qué queréis que os diga, aunque sea por teléfono, me gusta tomarme mi tiempo.
Gracias:
Pandora Rebato
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/lacamadepandora/2010/05/13/sexo-telefonico-vale-pero-conmigo.html
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