UN FÓSIL VIVIENTE
(Fotos: Archivo)
LA TORTUGA MORA
La vida de las tortugas en la tierra cuenta con más de 200 millones de años, como indican algunos de sus restos fósiles. Contemporáneas de los primeros dinosaurios, aparecieron antes de que existieran las aves, los mamíferos y otros reptiles como cocodrilos, serpientes o lagartos. De estos primitivos animales, que inicialmente poseían dientes y no podían retraer el cuello, provienen las 244 especies actuales (75 géneros y 13 familias), apareciendo repartidas por las regiones templadas y tropicales de los continentes y océanos del planeta azul y ocupando los medios marino, acuático y terrestre.
La vida de las tortugas en la tierra cuenta con más de 200 millones de años, como indican algunos de sus restos fósiles. Contemporáneas de los primeros dinosaurios, aparecieron antes de que existieran las aves, los mamíferos y otros reptiles como cocodrilos, serpientes o lagartos. De estos primitivos animales, que inicialmente poseían dientes y no podían retraer el cuello, provienen las 244 especies actuales (75 géneros y 13 familias), apareciendo repartidas por las regiones templadas y tropicales de los continentes y océanos del planeta azul y ocupando los medios marino, acuático y terrestre.
Caracteres morfológicos
Factor común a todos estos quelonios es la presencia de un caparazón, único entre los vertebrados, formado por 59-61 huesos y dividido en dos partes: el espaldar y el peto o plastrón que cubre el vientre. El primero está constituido por huesos originados a partir de la capa dérmica de la piel, fusionados entre sí, así como con las costillas y las vértebras. Unas escamas grandes o escudos, derivadas de la epidermis, cubren y refuerzan la base ósea del caparazón. El peto se originó a partir de huesos correspondientes a la cintura escapular y de costillas abdominales como las que presentan los actuales cocodrilos. La forma abovedada del caparazón de la mayoría de las tortugas terrestres constituye una perfecta armadura contra las mandíbulas de los predadores.
En la región mediterránea aparecen dos especies de tortugas terrestres pertenecientes a la familia de los Testudínidos: la tortuga mora (Testudo graeca) y tortuga mediterránea (Testudo hermanni). El tamaño, la forma, el color y las costumbres de ambas especies son muy similares por lo que su correcta identificación es relativamente compleja, aunque existen algunos caracteres morfológicos que permiten diferenciarlas.
En la tortuga mora, el escudo supracaudal es simple, no dividido como en la mediterránea.Además presenta una concha algo más lisa, escamas más toscas en las patas anteriores y espolones bien acusados en la parte anterior de los muslos, así como ausencia de escamas córneas en la punta de la cola. Las hembras pueden sobrepasar los 27 cm de longitud y pesar 1.200 gr mientras que los machos, más pequeños, alcanzan los 15 cm y 700 gr de peso. Para acomodarse al abombado caparazón de la hembra durante la cópula, el peto de los machos es ligeramente cóncavo.
Las patas presentan pies elefantinos con dedos cortos provistos de cuatro o cinco uñas, muy útiles para excavar, y sin membranas interdigitales.
Las tortugas son treméndamente longevas rompiendo la regla general de que las especies de animales de pequeño tamaño viven menos tiempo que las de gran porte. Algunas han vivido más de un siglo, correspondiendo las edades más excepcionales a individuos en cautividad. Este hecho las ha convertido en objeto de estudio por parte de algunos científicos que investigan los mecanismos biológicos del envejecimiento. Cada vez que una tortuga retarda su crecimiento, como durante el invierno o las estaciones secas, se forma una depresión en los anillos concéntricos de cada escudo, lo que permite calcular la edad y la tasa de crecimiento del animal.
Distribución y hábitat
Originaria del Norte de África, la tortuga mora se distribuye en la cuenca mediterránea, extendiéndose hacia Occidente (Península Ibérica, Norte de África e islas adyacentes) y Oriente (Europa Sur Oriental, Bulgaria, Oriente Próximo y desde la costa del Mar Negro hasta la desembocadura del Danubio).
En España se localiza en el Sudeste peninsular, Doñana y Mallorca, correspondiendo a reintroducciones las dos últimas localidades. Recientes investigaciones filogenéticas han permitido confirmar los nexos de unión entre la población de tortuga mora del Sudeste, con las poblaciones de Doñana y del Norte de África. La única población autóctona de la especie se encuentra diseminada en la zona litoral de las provincias de Murcia y de Almería, desde Mazarrón hasta Carboneras, adentrándose hasta Lorca y Sorbas, según indican los estudios de López Jurado y colaboradores, publicados en 1979. Desde entonces los escasos trabajos realizados ponen de manifiesto la fragmentación y reducción de las poblaciones y áreas de distribución. En Almería, los núcleos más importantes de población se encuentran en las sierras litorales más orientales como Cabrera, Bédar o las sierras de los Pinos y del Aguilón.
Habitan en estepas secas con matorral, subdesiertos y áreas de bosque ralo de montaña como pinares muy aclarados, desde el nivel del mar hasta los 1.500 m de altitud. Muestra preferencia por suelos arenosos, como los de las dunas costeras. En Almería ocupa las áreas donde la vegetación potencial está encabezada por el cornical y otros matorrales mediterráneos como azufaifos, palmitos, lentiscos, etc. En términos generales se sitúa en ambientes áridos o semiáridos con escasas precipitaciones que no suelen superar los 400 l/m5 anuales.
Alimentación, reproducción y costumbres
La tortuga mora es principalmente fitófaga, es decir se alimenta casi exclusivamente de vegetales, teniendo una apetencia especial por las plantas aromáticas y otras de fuertes colores, aunque puede incluir en su dieta animales sedentarios como moluscos, gusanos, larvas de insectos e incluso carroña. En cautividad tiene una dieta exclusivamente herbívora, aunque también comen restos de alimentos con contenidos en proteínas animales.
Los sentidos más utilizados durante la alimentación son la vista en distancias cortas (1 - 1,5 m), siendo los colores rojo y verde, los que más llaman su atención; el olfato que favorece la apetencia o rechazo del alimento y, por último, el tacto con el hocico que determina la textura.
Durante los meses más fríos del invierno se refugian en agujeros que excavan en el suelo o bajo diferentes objetos donde permanecen aletargadas. El período de hibernación es variable y depende directamente de la temperatura exterior, así como del tiempo de insolación y del fotoperiodo, despertando a finales de febrero o comienzos de marzo. El excesivo aumento de las temperaturas que caracteriza el estío provoca también una disminución importante en sus movimientos. La actividad es máxima durante la primavera y el otoño, coincidiendo con la primera y última hora del día y aumentando también después de las tormentas. Toman el sol por la mañana en sitios expuestos, buscando la sombra en las horas de más calor. Son buenas trepadoras, abriéndose paso por rendijas, grietas y entre la espesura de la maleza.
Los machos alcanzan la madurez sexual a los 7 años y las hembras a los 9. Tras el invierno comienza la búsqueda de pareja. Entre los machos pueden darse combates para disputar los territorios y las hembras. Durante el cortejo se producen sonoras embestidas y mordiscos del macho para inmovilizar a la hembra a la que finalmente monta desde atrás. En libertad, la actividad sexual se concentra principalmente entre marzo y mayo. A finales de mayo o principios de junio tiene lugar generalmente la puesta, depositando de 3 a 8 huevos que colocan en agujeros excavados en el suelo por las hembras y que luego entierran, eclosionando a los tres meses. En algunas hembras se han contabilizado hasta cuatro puestas. El caparazón de las recién nacidas mide unos 3,5 cm de longitud y es más blando que el de los adultos lo que las hace vulnerables a los predadores.
Población y amenazas
Únicamente la población de Doñana puede considerarse relativamente estable y fuera de peligro. Para esta zona, se ha calculado una densidad media de 2 individuos por hectárea. Por el contrario, las restantes poblaciones de la Península y Baleares se encuentran gravemente amenazadas.
Pese a estar estrictamente protegidas, su recolección y comercio ilegal continua siendo una de las principales amenazas para el futuro de la especie; de hecho los animales que permanecen en cautividad representan un importante porcentaje de la población total.
Los incendios forestales, el aumento de los terrenos de cultivo, la urbanización y la creación de campos de golf en sus áreas naturales de distribución están contribuyendo a la fragmentación y disminución de los efectivos.
Estrategias de conservación
El futuro inmediato de la tortuga mora depende del desarrollo de políticas adecuadas tendentes a la protección efectiva de las poblaciones y de sus hábitats naturales. En este sentido, la creación de un Centro de Recuperación de la especie en la Comarca de los Vélez constituyó un esfuerzo importante pero incapaz, por si solo, de dar una solución global, además de estar localizado en un área donde las condiciones climáticas son extremas para el correcto desarrollo de la misma.
Parece evidente la necesidad de establecer planes específicos de conservación que incluyan la erradicación total de la captura y comercio de ejemplares en libertad, el desarrollo de campañas de educación ambiental al objeto de aumentar el conocimiento y concienciación ciudadana, la diversificación de los centros de recuperación en previsión de epidemias y como garante de la diversidad genética, el desarrollo de estudios de investigación sobre distribución y patologías que afectan a la especie, la restauración de hábitats degradados y la puesta en marcha de programas de reintroducción, entre otros. Todos estos conceptos precisan no solo de la coordinación entre las administraciones responsables, sino de la dotación económica para su desarrollo; en este sentido deberían buscarse apoyos dentro de la Unión Europea, conjuntamente con la Comunidad autónoma de Murcia.
Por último, es necesario regular y establecer soluciones eficaces a las actuales poblaciones que se encuentran irregularmente en cautividad. Si bien la legislación es muy estricta en este sentido prohibiendo dicha tenencia, deberán estudiarse alternativas capaces de dotar de contenido a algunas de estas situaciones mediante la firma de convenios específicos entre la administración y los particulares que tengan en depósito estos animales, garantizando su protección, seguimiento efectivo y reintroducción en el medio natural de gran parte de los contingentes nacidos en cautividad.
La tortuga Mora es muy parecida a la tortuga de tierra que se encuentra en el norte de México y en el suroeste de los Estados Unidos. Su apariencia y tamaño y hasta sus costumbres son tan similares que se puede decir que es la misma y simplemente con diferente nombre.
Gracias:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario