Seducidos por el arte sacro
(Foto: GONZALO AZUMENDI/Sala del Museo Nacional Colegio de San Gregorio de Valladolid)
Nada mejor que un museo para representar la superación de una ciudad.
Después de diez años de espera, Valladolid está de estreno porque la colección del antiguo Museo Nacional de Escultura regresa a su sede originaria con intención de quedarse.
Desde hace apenas un mes, el fondo del museo de escultura policromada más importante de Europa vuelve a ser expuesto como merece en el Colegio de San Gregorio, prototipo de la arquitectura del siglo XV. La mítica colección de escultura religiosa del Renacimiento y del barroco, presente en libros de texto, manuales de arte y exámenes de selectividad, retorna a la vista pública en el mejor de los espacios y con un plan renove que va desde la imagen gráfica hasta la cafetería.
El histórico Colegio de San Gregorio, que alberga 500 años de pensamiento, ha sido restaurado por Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano, cuya intervención mereció en 2007 el Premio Nacional de Restauración Arquitectónica y Conservación de Bienes Culturales.
Dos años después quitamos el lazo y desenvolvemos el regalo para descubrir un trabajo que ambiciona la obra de arte integral, de respeto, conservación y restauración, y con una reorganización en las áreas expositivas. A primera vista, un ejemplo de restauración son los valiosísimos artesonados, y otro es la intervención en los corredores que comunican espacios reestructurados. El pabellón de acceso ejemplifica la creación estrictamente contemporánea.
Miradas del siglo XXI
Adecuar un espacio religioso de impronta tan clásica a las miradas del siglo XXI no ha sido tarea fácil, pero el resultado, compatible con todos los biorritmos, es seductor al cien por cien e invita a dejarse llevar por una nueva forma de exponer, con iluminación calculadísima, acabados metalizados, fondos neutros y espacios limpios. A más de uno le costará salir del claustro."A algunas de las piezas de este museo había gente que venía a rezar", cuenta Enrique Sobejano.
Había hasta telas moradas que han dejado paso ahora a peanas elementales sobre las que "aparece la pieza". Se trata de mirar con otros ojos, en un contexto amplio de "historias paralelas", esta extraordinaria muestra artística.Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano halagan a la colección propiciando que la madera brille en el interior de las salas. El edificio, de espléndida factura arquitectónica, es una más de las obras de arte del museo. Cuando a María Bolaños, directora, se le pregunta por su top 5 lo tiene claro: "La primera obra es el mismo Colegio de San Gregorio", y recuerda que "fue una institución particularmente activa en el conflictivo escenario político-religioso del siglo XVI. Por aquí pasaron célebres personalidades como Bartolomé de las Casas o Luis de Granada".
La rehabilitación del edificio ha permitido aumentar el espacio expositivo a 3.702 metros cuadrados, lo que admite exponer más de 200 obras y mostrar tres grandes secciones: el siglo XV, el Renacimiento y el barroco. El viajero podrá disfrutar de obras memorables como El calvario de Juan de Juni, el Cristo yacente de Gregorio Fernández o la Magdalena penitente de Pedro de Mena. María Bolaños siente debilidad por la Piedad germánica, porque "simboliza la aparición en el arte de la ternura y el patetismo humanos a través de la imagen religiosa", y también recomienda con entusiasmo otros clásicos como la Sibila de Alonso Berruguete, que forma parte de un retablo y que es "esencial en la introducción de la modernidad renacentista en la escultura española, alejada de los cánones clásicos, ya que expresa una gracia y un sentido estético del ritmo nada frecuentes en la estatuaria española"; el Santo Entierro de Juni o "la fuerza coral que puede alcanzar la escultura concebida como una gran escenografía teatral", y, por supuesto, algo de pintura, que también se disfruta de fondo pictórico en San Gregorio: la Santa faz de Zurbarán, "su atmósfera sobria, su despojamiento cromático y su sutileza impalpable, casi abstracta".
En absoluto conformista, María Bolaños pretende impulsar el museo más allá de lo regional. No es extraño que los expertos hablen de él como el Museo del Prado de la escultura. Gracias a este nuevo despliegue, Valladolid coloca la colección en un marco favorable para atraer al turismo internacional.
El museo se encuentra en la zona histórica de Valladolid y cuenta, en la misma calle de las Cadenas de San Gregorio, con tres edificios dignos de visitar: el palacio de Villena (segunda sede del museo, con exposiciones temporales, donde se mantendrá expuesto el gran belén napolitano, obra imán de todos los públicos), la iglesia de San Benito el Viejo y la Casa del Sol.
Como en todo buen equipo, la clave del éxito, más que en las individualidades, está en el conjunto, por eso es inevitable rodear el Colegio de San Gregorio por la izquierda y admirar la fachada de la iglesia de San Pablo, joya del gótico isabelino y emblema de Valladolid, adosada al museo y ya por fin sin andamios y con una fachada resplandeciente.
La prudencia es un bien escaso y aquí lo defendemos. Se avisa: los muy sensibles pueden verse afectados por la sangre derramada en las esculturas y el padecimiento de algunas imágenes cargadas de patetismo sin contemplaciones. Así que después de la visita es hora de restaurarse, y para ello nada mejor que la sangre de Cristo. No queda más remedio que buscar la calle de Torrecilla, número 8, y darse un homenaje en Cátame, a dos pasos del museo, una nueva vinatería fashion, lo más de la elegancia, susceptible de convertirse en obligatoria.
La novedad de Cátame está en la habilidad con que interpreta las necesidades de una ciudad, pues no había nada parecido, además de revelar un excelente catálogo en una tierra tan vinícola. No es cosa de intimismos, sino de filosofía.
El otro toque de cosmopolitismo lo pone este mes la Seminci. Hasta el 31 de octubre, el viajero que visite Valladolid podrá disfrutar de la 54 edición de esta Semana Internacional de Cine. Ken Loach, Robert Guédiguian o Theo Angelopoulos, entre otros, competirán en la sección oficial. La cosa promete.
Teniendo en cuenta que lo mejor de ir al cine son las cañas de después, conviene apuntar nombres de interés. Saliendo del Casablanca o del Calderón, sedes de la Seminci, el viajero podrá acudir al Morgan, cualquier duda sobre cine se la responderá en la barra David Prados-Dona, que tiene... ¡hasta un Goya!
En los alrededores, el viajero sabrá descubrir otras piezas de orfebrería con barra como el Minuto, el mítico Cafetín y el Penicilino, trincheras de la bohemia, para luego, si la cosa se complica, seguir en Sildavia y acabar en El Farolito. Una ruta fina, pero que muy fina.Use Lahoz es autor de la novela Los Baldrich (Alfaguara).
El Museo Nacional Colegio de San Gregorio de Valladolid despliega toda su belleza tras una cuidada intervención
Gracias:
USE LAHOZ
http://elviajero.elpais.com/articulo/viajes/Seducidos/arte/sacro/elpviavia/20091024elpviavje_5/Tes ♪♪♪♪♪
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