viernes, 21 de agosto de 2009

La cama de Pandora

Relato de verano


(Ilustraciones: Luci Gutiérrez)

Sex machine
Aunque me prometí que no lo haría, llevo dos noches seguidas cerrando el chiringuito de moda de la playa. Cerrando en el sentido literal, vamos, que cuando la peña ahueca, a eso de las cuatro de la madrugada, yo ayudo a Marcelo (un temporero italiano que está como un tren) a echar la persiana por dentro... Y nada más.

Os juro por el DIU que no voy a ponerme nunca, que antes de ayer, cuando me acariciaba las piernas por debajo de la falda, pensé que Marcelo me haría maravillas con ellas alrededor de su cintura y por encima de la barra.

Y ayer mismo me hubiera apostado un mojito de cicuta con cualquiera a que nos revolcaríamos como fieras en el 'chaise longe' que mira a la playa, después de que deslizase lentamente un cubito de hielo por el escote de mi espalda.

Pues no. No hemos pasado de ahí. Así es que estoy tentada de decirle, "ciao Marcelo", en verano no tengo tiempo para amores platónicos (bastante tengo ya el resto del año con Diego, alias Mr. Big Sangre de Horchata).

Se lo acabo de contar a Julia por teléfono y se partía de risa. Y es que resulta que la tía tuvo una tórrida historia que duró todo el verano con Mijail, un ruso que regentaba un chiringo playero no muy lejos de aquí. Pero la suya de platónica no tenía nada, que a falta de entenderse en castellano ¡tenían contraseñas musicales!

De aquello hace ya sus buenos 10 años, pero no hay que quitarle mérito al asunto. Julia (que nunca ha sido la más sexy del mundo, ni la más provocativa de la playa, ni siquiera la más lanzada del bar) se presentaba todas las noches en el local con tres amigos (todos chicos en plan guardaespaldas) y se pedían sus copazos.

Mijail, con sus camisetas ceñidas, su pelo rubio casi blanco y sus ojos azules como el agua, atendía una barra tomada literalmente por bellezas morenas que, entre suspiro y suspiro, le enseñaban sus escotes.

Julia no sabía por qué, pero lo cierto es que, en cuanto ella entraba en el local, Mijail dejaba de mirar a su cohorte de enamoradas y se centraba sólo en ella. En su lenguaje secreto, cada vez que él ponía 'Sex Machine', de James Brown (un tema perfecto para meterse en la cama), Julia sabía que esa noche iba a echar un señor polvo.

"Normalmente lo hacíamos encima de la barra, pero la verdad es que aquel verano follamos como locos en todos los rincones del bar. Follamos más de lo que hablamos, la verdad". Ole, ésa es mi jefa.

Algunas veces, bien entrada la madrugada, Julia se encontraba a sus tres amigos dormidos mientras la esperaban sentados en la puerta del garito. En realidad no hacía falta; Mijail siempre la llevaba a casa en su inmensa moto para disgusto de los vecinos, a los que despertaba con el ruido, y de su propia madre, que la veía llegar prácticamente con las bragas en la mano. "Por dios, por dios, hija mía...".

La verdad es que no entendía muy bien eso de la dichosa canción. Así es que he vuelto a llamarla: -"¿Por qué ésa y no otra?".

-"Pues porque ésa era la canción que sonaba el día que conocí a Mijail. Cuando, borracha como una cuba, me subí a la barra y me puse a bailar como una 'chica Coyote'. Y él, en lugar de bajarme, se subió también y se puso a bailar conmigo".

Me queda claro. Ya tengo el CD preparado. Esta noche voy a volver al chiringuito y, cuando echemos la persiana, pienso poner al viejo James Brown en la cadena para enseñarle a Marcelo lo que sé hacer encima de una barra.


Gracias:
Pandora Rebato
♪♪♪♪♪

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