lunes, 7 de septiembre de 2009

La cama de Pandora

Relato de verano


(Ilustración: Luci Gutiérrez)

Con rastas y a lo loco

Ayer se presentó mi hermano Ulises en casa de mis padres con su nueva novia que no se llama Penélope, sino Mayte. Para consternación de mis progenitores (sobre todo de mi pobre madre), Mayte lleva el pelo hecho rastas, varios 'piercings' en la cara, las axilas sin depilar y un bolso enorme del que saca un tabaco de liar que sospecho aliña cuando no estamos delante.

Por lo demás, Mayte es un encanto. Se le nota que lleva la anarquía en la sangre, pero como en casa está prohibido hablar de política, ella se limita a contestar lo que le preguntan y a hablar de festivales de música, de hierbas aromáticas y de los beneficios de los ejercicios del suelo pélvico...
Ya sé lo que mi hermano ha visto en ella. Este Ulises es un genio, siempre siguiendo los pasos de su hermana mayor.

Y eso que, hace unos años, cuando yo salía con Pepe, él no entendía qué hacía con un tipo cuyo desaliño estaba en las antípodas de mi meticuloso cuidado personal. Pero es que Pepe era mucho Pepe.

A Pepe le encantaba el sexo. Se lo vi en los ojos la primera vez que me miró mientras me servía una ensalada en el restaurante que hay frente a la escuela de idiomas que yo entonces frecuentaba. A veces se "olvidaba" de cobrarme la bebida, o me invitaba al postre, y siempre rozaba mi brazo cuando se acercaba por detrás a recoger los platos.

La situación duró semanas y un día no pude con tanta tensión sexual no resuelta y llamé al teléfono que desde el principio me escribía con trazos decididos en la cuenta. Quedamos, nos tomamos una cerveza apresurada y nos fuimos rápidamente a casa.

¿He dicho ya que a Pepe le encantaba el sexo? Cuando estábamos en la cama hablaba de ello continuamente sin rubor, ni eufemismos. Decía lo que le parecía, lo que le apetecía que le hiciera y lo que le apetecía hacerme. Preguntaba mi opinión y se ponía incansable manos a la obra.
Con él probé cosas que no imaginaba que algún día probaría y que, al dejarme llevar, descubrí que me encantaban (hace muchos años de esto, y para mí entonces lo de rondar con un dedo la 'Santa Sede' mientras era penetrada por el conducto habitual era toda una osadía).

Otra vez en que él se fue demasiado pronto y a mí se me habían cortado las ganas, estuvo acariciando mi sexo muy suave y lentamente mientras hablábamos durante casi una hora. Me volvió loca.

Recuerdo que no estaba excepcionalmente bien dotado, pero conocía tan bien su cuerpo y lo manejaba con tanta soltura que nunca más pensé en ello.

Reconozco que alguna vez le hice darse una ducha y que siempre quedábamos en mi casa (básicamente porque las comunas de okupas me bajan la libido), pero Pepe me enseñó que sus rastas, sus tatuajes (una media luna en la espalda abajo a la izquierda) y sus 'piercings' no eran más que la señal de que había superado ciertos tabúes sociales hacia el cuerpo... y de qué manera.

Así es que Ulises creo que ya lo ha descubierto y que está experimentando los placeres del control del suelo pélvico de Mayte que, ahora que me fijo, tiene tanta cara de gustarle el sexo como a Pepe. Que lo disfruten.


Gracias:
♪♪♪♪♪

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