Entrevista con el escritor
(Dibujo: 1972)
Carlos Monsiváis, el intelectual multitemático que aún se entusiasma por las causas perdidas.
Carlos Monsiváis Aceves (ciudad de México, 4 de mayo de 1938) habla de su vida con el entusiasmo que le produce, a estas alturas, dice, reconocer otra causa perdida. A punto de cumplir 70 años, asegura que ya se le pasó la edad de reflexionar provechosamente sobre sus siete décadas. No importa, comenta, en siete décadas siempre es posible atisbar la trascendencia.
“No sé si pueda llevar a cabo una obra siquiera regular, pero no sirvo para las finanzas ni para la política”, escribió en 1966 en su Autobiografía. Después publicó Días de guardar, Amor perdido, Entrada libre, Escenas de pudor y liviandad, A ustedes les consta, Los rituales del caos, Aires de familia, libros de crónica y ensayo. Ganó los premios Nacional de Periodismo, Xavier Villaurrutia, Anagrama de Ensayo, Nacional de Ciencias y Artes y de Literatura de la FIL de Guadalajara.
“No sé si pueda llevar a cabo una obra siquiera regular, pero no sirvo para las finanzas ni para la política”, escribió en 1966 en su Autobiografía. Después publicó Días de guardar, Amor perdido, Entrada libre, Escenas de pudor y liviandad, A ustedes les consta, Los rituales del caos, Aires de familia, libros de crónica y ensayo. Ganó los premios Nacional de Periodismo, Xavier Villaurrutia, Anagrama de Ensayo, Nacional de Ciencias y Artes y de Literatura de la FIL de Guadalajara.
Convertido ahora en el “último escritor público en México” por su omnipresencia en la vida cultural y política, Monsiváis habla en entrevista de la izquierda, de su madre, de la homofobia, de su carrera como actor y de su paso como letrista en el grupo de rock Los Tepetatles, de su generación, la trascendencia, la soledad y el amor.
¿De qué forma contribuyó doña Esther Monsiváis en su trabajo de escritor?
Mi madre puso de su parte mi nacimiento, mi primera formación, mi capacidad de pelearme en vano, mi primer amor por los libros, mi sentido del orden (allí fallé) y todo lo que un hijo de mi generación debía saber si quería triunfar o fracasar en la vida.
¿Se reconoce en alguna generación de escritores mexicanos?
¿Luego de su actuación en películas como Los Caifanes y En este pueblo no hay ladrones y en la telenovela Nada personal, qué pasó con su carrera como actor, en qué punto se encuentra?
He trabajado en ocho films, y en la telenovela de Argos Nada personal. La cifra es insignificante, si se compara con la filmografía de Miguel Inclán o de Hernán Vera, El Panzón, el eterno cantinero del cine nacional, pero no obstante creí que me daba derecho a una carrera de donador de autógrafos. No fue así, algo se interpuso en mi camino, un compló de la envidia, un deseo de suprimir lo que hubiese sido una figura del carisma del olvido, qué sé yo, no me valió el ser dirigido por Alberto Isaac, Juan José Gurrola, Mario Hernández, otra vez Alberto Isaac, Armando Casas, Raúl Fernández, Alberto Cortés, Sergio Arau. No presumo, pero sí me duele que a mis quince segundos intensos en cada película, donde deposité todos mis conocimientos del film noir, se les llamen “extreadas”.
¿Qué quería ser de niño, en su autobiografía dice que bombero o comediante, es cierto?
¿Por qué no siguió publicando cuentos como Fino acero de niebla, ficción como Nuevo catecismo para indios remisos o sus poemas?
Lo de los poemas es una calumnia de la reacción, los otros textos se produjeron naturalmente pero no al grado de causarme adicción.
En marzo de 1971, usted escribió a Elena Poniatowska: “Es Viernes Santo y yo estoy sumido en algo que no sé si calificar de letargo, nostalgia, apatía o simple y reconcentrada soledad. Como quiera que sea no es una sensación amarga o molesta; nebulosa en todo caso; la indecisión entre el aburrimiento y la anemia”. ¿Qué lugar ha ocupado la soledad en su vida?
Esa carta a Elena era parte de un estudio sobre el melodrama pero se me fue en el sobre. Ahora el lugar de la soledad en mi vida es considerable, y comienzo a experimentarla una vez que salgo de mi casa.
¿De qué manera han llegado a su vida el amor y el enamoramiento, o eso es muy cursi?
¿Su definición de Dios sigue siendo: “Es algo que me excede, pero no es algo que me nulifique al excederme”? ¿Agregaría algo al respecto?
Muy poco, la trascendencia ocupa un lugar distinto en cada una de las vidas. Yo la vivo a fondo leyendo poesía, escuchando música, analizando los procesos de la épica, un género literario y una realidad extraordinaria. El lugar de los seres humanos en el cosmos es insignificante o nulo, pero cada uno persiste en las tareas inevitables porque, aparte de las grandes razones (formar un hogar, deshacerlo, construir la Patria desde el sueño, etcétera), está el atisbar la rascendencia, que, como nadie, despliegan los poetas, por ejemplo San Juan de la Cruz: “Y todos cuantos vagan/ de ti me van mil gracias refiriendo,/ y todos más me llagan/ y déjame muriendo/ un no sé qué que quedan balbuciendo”. Esta última línea, por sí sola, me resulta una prueba de la existencia de Dios sin adjuntarle iglesias.
¿Cómo describiría su vida?
¿Cómo fue su participación en Los Tepetatles?
¿Usted siempre ha sido de izquierda?
¿Qué es ser de izquierda actualmente?
¿En 1951 usted compraba escuditos de la URSS y recogía firmas en San Juan de Letrán y repartía propaganda, y en 1961 junto con José Emilio Pacheco, Sergio Pitol y José Revueltas participó en una huelga de hambre en solidaridad con los presos políticos ferrocarrileros. ¿Cuándo y por qué cesó su activismo de esa manera?
El activismo es una adhesión que va mutando si no quiere congelarse en una esquina. Hoy ya no compraría escuditos de la URSS (descífrenme estas siglas), ni me sumergiría en una huelga de hambre, pero sí apoyaría como apoyo a distintas causas, la izquierda crítica (la hay y muy considerable, pese a las tribus del PRD y su burocracia tentacular), los movimientos ecológicos, la lucha contra el sida, los derechos de los animales, los derechos humanos, los derechos de las minorías, la no privatización del petróleo... En fin, aguardo el choteo pero mantengo mi derecho a usar mi tiempo tal y como lo decida mi entusiasmo por las causas perdidas y, cada vez más, ganables.
¿Es cierto que usted tiene el récord del mexicano con mayor asistencia a marchas?
¿Existe alguna razón personal en su lucha contra el sida y la homofobia?
En cuanto a la homofobia, tan activamente sustentada por la iglesia católica y no sólo por ella, la considero una herencia de las larguísimas tradiciones de odio a lo diferente y a la diferencia, que ahora sólo exhiben la cerrazón y la crueldad. Por eso, soy partidario de una legislación especial en el caso de los crímenes de odio por homofobia, porque estimularía la educación moral contra el prejuicio. ¡Ah, dioses! Cuando oigo hablar de la derecha moderna, y observo la homofobia de los panistas, me dan ganas de quitarle el seguro a mis canicas.
¿Cuántos versículos de la Biblia memorizó?
¿El conocimiento y estudio de la cultura popular mexicana fue una elección?
En su autobiografía apuntó: “Me correspondió nacer del lado de las minorías”, ¿considera que aún es parte de alguna minoría? ¿Cuál?
Cuando escribí esa frase me refería necesariamente a la minoría protestante. Ahora pertenezco a varias minorías, que ya apunté en la respuesta a una de sus preguntas.
¿Qué opinión tiene ahora sobre: “Monsiváis a donde vais ni lo sabéis ni lo buscáis”?
¿De qué ha servido vivir 70 años? ¿Se atreve a formular algún deseo?
El líder sindical Fidel Velázquez, al cumplir 80 y tantos años, afirmó: “Ya se me pasó la edad de morirme”. No soy tan aventurado, pero sí sé que ya se me pasó la edad de reflexionar provechosamente sobre siete décadas. Y sí, sí formulo un deseo: que esparzan mis cenizas en el Zócalo para presumir en el más acá o en el más allá de un funeral céntrico.
Gracias:
Jorge ricardo / Agencia Reforma / Ciudad de México
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