The White Album cumple 40 años
(Portada: The Beatles)
'The White Album', el principio del fin de los Beatles, cumple cuatro décadas
Envueltos en disputas, John, Paul, George y Ringo lograron crear una obra maestra
A veces, las flores más bellas crecen rodeadas del más pestilente estiércol. Hacia el final de 1968, muchos jóvenes habían envejecido de repente. Las trincheras embarradas de Vietnam se teñían del color rojo de la infamia, el espíritu del mayo francés comenzaba a desvanecerse llegado junio, y las miradas en las calles delataban la madurez prematura de la generación hippie.
Eran momentos con aroma a epílogo, a final de un sueño de traumático despertar; era la época en que la leyenda de los Beatles comenzaba su agonía. Y pese a aquellos tiempos de inocencia robada, o quizá precisamente por ellos, los cuatro de Liverpool lanzaron uno de sus trabajos más enigmáticos y aclamados, 'The White Album', del que este sábado se cumplen 40 años.
El título oficial del disco es, simplemente, 'The Beatles'. El nombre cariñoso se debe a la portada del álbum, completamente blanca, y cuyo diseño se debe al artista pop Richard Hamilton. El nombre del grupo aparecía discretamente estampado a la derecha, y las primeras ediciones en vinilo y CD presentaban también un número de serie, para crear la irónica impresión de exclusividad en un producto con millones y millones de copias.
Más allá de cuestiones de nomenclatura y plasticidad, 'The White Album' marca el instante en que los Beatles dejaron de funcionar como un todo, el punto de partida hacia la separación consumada apenas dos años más tarde.
Brian Epstein, el inolvidable representante de los Beatles, había fallecido en agosto de 1967. Su influencia sobre John, Paul, George y Ringo había servido para aplacar egos y para garantizar la armonía en el estudio de grabación. Con su muerte, las envidias y las hostilidades comenzaron a suscitarse en el seno de una banda bajo presión tras el descomunal éxito de 'Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band'.
La gloria alcanzada con aquel álbum era un arma de doble filo, pues el siguiente disco sería escrutado hasta su más mínimo detalle. Cualquier debilidad bastaría como excusa para pasar a cuchillo a unos Beatles cuyo virtuosismo rayaba en la insolencia. Quizá para curarse en salud, aquel divertimento titulado 'Magical Mystery Tour' había sido extravagantemente editado como doble EP, ahorrándose así que el público lo tomara demasiado en serio.
La India, génesis del disco
No obstante, la hora de la verdad no podía demorarse por mucho más tiempo. Los Beatles debían asumir su reto con la historia del pop, y su contraataque comenzó a fraguarse, irónicamente, cuando no debían estar pensando en componer.
Era la primavera de 1968 y los integrantes del grupo habían viajado a Rishikesh, en la India, acompañados por 'celebrities' como la actriz Mia Farrow o el cantante folk Donovan. Allí, bajo la supervisión de su gurú personal, Maharishi Mahesh Yogi, los Beatles debían iniciar un periodo de retiro espiritual y meditación trascendental, alejados de todo y de todos. Sin embargo, la inspiración es caprichosa y se presentó pese a no estar invitada. Lennon y McCartney componían y al atardecer se reunían furtivamente para revisar su trabajo.
Lennon consideraba que durante su estancia en la India escribió algunas de sus mejores canciones, pero lo cierto es que abandonó el país asiático con un cabreo de órdago, soliviantado ante los rumores de que Yogi había intentado flirtear con Mia Farrow. Tan indecoroso comportamiento le valió al gurú una reprimenda en forma de canción, pues Lennon compuso la satírica 'Sexy Sadie' pensando en él.
Infierno en Abbey Road Studios
Cargados de material, los Beatles comenzaron a grabar hacia fines de la primavera del 68. Las sesiones, aunque fructíferas, fueron absolutamente anárquicas e indisciplinadas. La fricción entre los miembros del grupo era latente, y el ambiente no hizo sino crisparse más a causa de la constante presencia en el estudio de la nueva compañera de Lennon. Se trataba de una joven artista japonesa llamada Yoko Ono.
Las relaciones entre los 'Fab Four' eran más tensas que nunca, para desesperación de George Martin, el histórico productor de los Beatles cuya autoridad sobre el grupo se había ido minando paulatinamente. Harto del insoportable clima de trabajo en los Abbey Road Studios, Martin se esfumó a mitad de la grabación para tomarse unas merecidas vacaciones.
Y es que el proceso de creación de 'The White Album' había roto con todos los parámetros anteriores. Ahora, cada uno de los Beatles trabajaba por separado, dando rienda suelta al artista interior e individualizado que cada uno llevaba dentro. El resultado, como cabía aguardar, no fue un disco cohesionado desde el punto de vista estilístico, sino que la falta de propósito o la ausencia de una pauta temática fueron las señas de identidad de la obra, y los rasgos que en última instancia hicieron de ella algo especial.
El eclecticismo y la apuesta experimental dotaron al disco de personalidad propia. Las canciones no sonaban tan pulidas y mimadas como algunos éxitos pasados, sino que eran melodías descarnadas, cuya crudeza suponía en cierto modo un regreso a las raíces y al mismo tiempo una intuición de la incipiente carrera en solitario de los miembros del grupo.
Por ejemplo, Lennon deja ver ya en sus temas de 'The White Album' algunos de los aspectos recurrentes en su etapa solista, como el vanguardismo ('Revolution 9') y las letras socialmente comprometidas. La sofisticación de Harrison es indiscutible en 'While My Guitar Gently Weeps', y la balada 'Long, Long, Long' es también preludio estilístico de su etapa post Beatle.
McCartney, por su parte, muestra un amplio escaparate de recursos: desde la desenfadada 'Ob-La-Di, Ob-La-Da' hasta una 'Helter Skelter' que preconizaba esa furia del heavy metal tan malinterpretada por Charles Manson. Y es que el famoso psicópata escuchaba en esa canción un mensaje apocalíptico, y a su ritmo incitó la serie de crímenes que sembraron el pánico en el verano californiano del 69.
Sin ánimo de crear montruos, Ringo también aportó su pequeño granito de arena al disco. En realidad, apenas ningún tema quedó fuera. El ego de los Beatles era tal que una criba probablemente habría derivado en una lucha fratricida por ver quién veía sus canciones excluidas. Esa fue una de las principales razones por las que, contra el deseo de George Martin, 'The White Album' fue un doble disco. Otros, como el propio McCartney, argumentaba por contra que el formato doble ayudaba a cimentar ese atractivo basado en la variedad estilística de la obra.
Y las cifras de ventas parecen darle la razón. Recopilaciones al margen, 'The White Album' es el disco más vendido en la historia de los Beatles, a pesar de que las críticas esta vez no fueron ni mucho menos unánimes. Y quizá esa sea precisamente la grandeza de las obras maestras, que proyectan un variado espectro de elogios y desprecios, que conforman un caleidoscopio de opiniones y un torrente inagotable de debates y discusiones sin desenlace posible.
El final que sí podía anticiparse entonces era el de los propios Beatles, saturados de éxito y adoración, hartos de sí mismos. La convivencia entre genios no es sencilla, y sin embargo engendra joyas. 'The White Album' ha sobrevivido a las mismas turbulencias de la época en que surgió, esa época degenerando hacia el gris y que asistió a la herida letal de la contracultura. De aquel montón de estiércol que en 1968 era la relación entre John, Paul, George y Ringo nació esa flor de 30 pétalos que este sábado, 40 años después, todavía no se ha marchitado.
Gracias:
FRAN CASILLAS
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