LA CAMA DE PANDORA
SEXY RELATO
(Ilustración: Luci Gutiérrez)
Sexo periódico
Tengo un problemilla que no sé cómo voy a resolver y advierto desde ya que es una cuestión un poco escatológica (absténganse de seguir leyendo las personas aprensivas). Resulta que, cuando más ligo es cuando tengo la regla. No sé por qué. Debe ser que desprendo un aroma cuasi primitivo a base de feromonas puras que hipnotiza al sexo opuesto y eso, unido a que me pongo cariñosa, ocurrente y me apetece a todas horas… me convierten en una presa fácil, pero potencialmente peligrosa.
Porque, a ver, con lo mal que está la cosa, ¿cómo le dices que no a un chico que te encanta, te pone a mil y sabes que no vas a poder darle cita, como en el médico, la próxima semana? Lo normal, a estas edades, es advertírselo al candidato antes de que tenga sus fauces como las de los leones de los documentales de La 2 (es decir, antes de que la cosa pase de los besos).
Es importante también no olvidarse del tampax, como ya me sucedió una vez, ni hacer como que una no se acordaba de sus circunstancias… Eso es jugar sucio. Sobre todo porque, no a todos les da igual. Y oye, ¡están en su derecho! No tiene por qué gustarles darse un baño de asiento en nuestro fluido vital y levantarse de la cama como si hubieran salido de la "Matanza de Texas".
A todas, en estas circunstancias, nos han pasado cosas para recordar y alguna otra para olvidar. Bueno, a todas no, porque conozco a alguna que durante esta semana se da tanto asco a sí misma, que ha perfeccionado el método de quitarse los tampones empujando con los músculos de la vagina; sin tocar el cordón. Así es que os podéis imaginar que, de follar, ni hablamos.
Entre mis "highlights" para olvidar está la historia de aquel caníbal que estaba empeñado en practicarme sexo oral a pesar de los pesares y al que puse tanto afán en convencer de que eso era una marranada que, al final, se nos pasaron las ganas a los dos.
En el otro extremo, recuerdo a un tipo que me aseguró que eso a él no le importaba, pero una vez llegamos a la cama, se tumbó boca arriba, cruzó las manos por detrás de la cabeza y soltó en un tono dignísimo:
—"Bueno, como tienes la regla, aprovecha y chúpamela". Me quedé literalmente con las patitas colgando y aproveché... ¡claro que aproveché!, a que estábamos en su casa para recoger mis cosas y salir por la puerta sin despedirme. ¡Qué sensibilidad! ¡Qué amor al prójimo!... Y encima me llamó por teléfono para quejarse a mi buzón de voz del dolor testicular con el que le dejé.
Tuve un novio al que no le gustaba que lo hiciéramos por el conducto reglamentario esos días en los que me "visitaba el nuncio" (como dejó escrito Valle Inclán en "Luces de Bohemia"), porque decía que mi sangre le irritaba el pene.
No tengo explicación científica para eso, pero creo que formaba parte de una estrategia premeditada, puesto que aprovechaba para tratar de convencerme con todo tipo de artimañas de que el sexo anal entre heterosexuales se había inventado precisamente para cuando las mujeres teníamos la regla.
De todas formas, era encantador, puesto que cuando no me pillaba con la guardia baja, no nos quedábamos con las ganas: me ayudaba gentilmente a darme gusto por otras vías y él era igualmente complacido.
Ahora que no tengo pareja estable la cosa es más complicada. Lo normal, en estos casos, viene a ser que informes al candidato de la situación y él, o bien decida dejarlo para otra ocasión menos señalada o, más en plan aventurero, se lance a la conquista de nuevos territorios sin pasar por la casilla del sexo oral y reforzando las medidas se seguridad en el perímetro de la zona cero.
Y es que, estas circunstancias son altamente peligrosas para la salud. Como le pasó a mi amiga Elena, a la que una vez se le desmayó un chico en la cama porque, nada más sacarla después de un polvo largo, acrobático y sudoroso, se la vio inesperadamente tan ensangrentada que se cayó redondo al suelo.
A ella se le olvidó comentarle que llevaba dos días de retraso y le podía bajar el periodo en cualquier momento, y a él que era de naturaleza aprensiva y que tenía un taladro percutor experto en desatascar cañerías.
Eso a mí no me pasa, porque soy exacta como un reloj suizo. Y, además, tengo varios amantes que me llevan las cuentas. El otro día, sin ir más lejos, me encontré a uno en el súper y, cuando empezábamos a hacer planes para la noche del sábado ("¿en tu casa o en la mía?"), se puso a hacer cuentas de cabeza y terminó por meterme un bote de helado de chocolate y unas palomitas de microondas en el carro.
—"Llámame mejor la semana que viene, Pandora, que ya sabes que soy vegetariano y el rojo no es mi color".
Gracias:
Pandora Rebato
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/03/23/gentes/1269355525.html
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