miércoles, 17 de marzo de 2010

LA CAMA DE PANDORA

SEXY RELATO


(Ilustración: Luci Gutiérrez)
La venganza de los calientabragas
No os vais a creer lo que me pasa últimamente: ¡hace cuatro conquistas que no consigo echar un polvo! Y no soy la única. Me temo que a Carmen le ha pasado ya más veces de las que está dispuesta a confesar.

¿Qué está pasando? ¿Dónde se han metido los hombres decididos de este mundo? ¿De cuándo acá les ha nacido a todos esta suerte de ridícula conciencia? ¿Por qué esperan para llegar a mi casa, quitarse y quitarme la ropa, comerme a besos y meterse en mi cama para... ¡zas! acordarse de pronto que tienen un pequeño inconveniente? Y no hablo de una esposa o una novia (no habrían llegado tan lejos si me entero de ese detalle...), ¡sino de una ex! ¿Y cuál es entonces el problema?

Porque se está convirtiendo en una nefasta tradición ésa de soltarme la frasecita de: "Eres maravillosa, pero yo no debería estar aquí" (¡que vayan cambiando al guionista, por favor!).
¡Si es que los despido con un beso casi fraternal, mis bendiciones y mis mejores deseos! Como el otro día, que tuve que hacerle a uno una tila porque, empalmado como el mástil de una bandera, el pobre se sentía terriblemente culpable por desear acostarse conmigo sólo dos días después de haber roto con su novia.

Y no es que no ligue... qué va, al contrario. Es un no parar. El otro día salí con Carmen y menos mal que quedamos primero a cenar, porque no pudimos volver a hablar las dos solas en toda la noche.
Nos fuimos a tomar unas copas a uno de mis locales favoritos y, a los pocos minutos, comenzó el ritual cortejo de miraditas, peticiones de fuego y de tabaco y las habituales presentaciones y charlas de temporada baja.
Hasta que llegó Miguel, con sus ojos tímidos, su cuerpo de infarto, su interesante conversación y su directa manera de plantear las cosas:
—"¿Nos vamos de aquí? ¿Qué tal a tu casa?".

Así es que hice lo que tenía que hacer, dadas las circunstancias: le invité a una última copa en mi salón (lo que tanto aquí como en Marte viene a ser una cordial invitación a echar un polvo) y él, por cierto, aceptó alegremente.
Estaba claro que conocía las reglas: banquete de besos, ropa fuera, "vamos a la cama", "sí, sí...mejor"... Y, a punto de quitarse los pantalones, a Miguel se le despertó extemporáneamente la conciencia.

—"Lo siento, perdóname, no puedo... Es que acabo de separarme y estamos en la fase de ahora sí, ahora no".
—"Mmm... ¿En qué fase te encuentras en este momento? ¿En la de sí o en la de no?".
—"En la de no".
—"Pues entonces...".

Pero nada, ni por ésas. Dos besos en la puerta a las seis de la mañana y yo a darme una ducha... bien fría.
Carmen no daba crédito.
—"¿Pero no te pasó algo así hace una semana con ese amigo de tu hermano?".

Pues sí, lo mismito. Rodrigo, un amor de chico que se ofreció a llevarme de compras y cargar con mis bolsas con el oscuro propósito de meterse conmigo en un probador y verse en los tres espejos abrazando por detrás mi cuerpo semidesnudo... Un calentón en toda regla que se le pasó misteriosamente cuando, ya en mi casa, tratábamos de rematar la faena y, con todo lo suyo prendiendo fuego entre mis piernas, va y me dice:
—"Lo siento, Pandora. Es que no puedo".
—"¿Cómo que no puedes? ¡Claro que puedes! Si lo estabas haciendo muy bien, hombre, ¡por favor...!".

Y me contó nosequé historia de que el otro día vio a su ex novia en el notario y que justo ahora, con una erección de pura sangre árabe, se había dado cuenta de que es demasiado pronto para tener algo con nadie.
—"¿Cómo que tener algo? ¿Y si es sólo sexo?".

Nada. Imposible luchar con esta especie de mala conciencia sexual que les ha nacido a algunos interesantes representantes de la llamada Segunda Vuelta.
Y oye, que yo me alegro mucho de que estas nuevas generaciones sean más responsables con sus relaciones de lo que siempre había pensado, pero una cosa es la fidelidad (de la que soy fan declarada), otra la mojigatería y otra muy distinta ponerse el parche antes de la herida.
Porque me juego pincho de tortilla y caña a que más de uno se cree que, por echar un polvo, le voy a pedir daños, perjuicios y el teléfono. Allá ellos, que no saben lo que se pierden. Vamos, dejarme a mí sin bragas y con las ganas...

Igual es una especie de venganza cósmica por las pocas (poquísimas) ocasiones en las que yo me he echado para atrás dejando al interfecto con un fuerte dolor de gónadas y un mal recuerdo de mi persona.
Nunca me han caído bien las calientapollas, ésas chicas que son capaces de poner a un tipo al límite de la cordura a veces sólo por el gusto de irse solita a casa con el ego a la altura de sus tetas.
Así es que, aunque me enternece esa estúpida mirada que se les pone cuando su miembros irremediablemente erectos les llevan la contraria a sus absurdos miedos y remordimientos de conciencia, por favor, desde ahora absténganse de rondarme los calientabragas. Gracias


Gracias:
Pandora Rebato
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/03/16/gentes/1268761931.html
♪♪♪♪♥

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