sábado, 16 de mayo de 2009

LIBROS

Érase una vez...


(Ilustración: Bibliotecas pública, es)

LOS CLÁSICOS INFANTILES
El documentado y exhaustivo recorrido histórico ‘La magia de los libros infantiles’, de Seth Lerer (Ares y Mares), y los dos cánones personales ‘Lecturas de juventud’, de Michel Tournier (Nortesur), y ‘De Robinson Crusoe a Peter Pan’, de Vicenç Pagès (ahora en castellano en Ariel), permiten conocer a los autores y obras más importantes de la literatura infantil y juvenil.

He aquí algunos clásicos imprescindibles.

ESOPO
Un esclavo griego, padre de la fábula

«No ha habido ningún otro autor tan íntima y exhaustivamente asociado a la literatura infantil como Esopo», afirma Seth Lerer. El legado fabulístico de este esclavo griego del siglo VI a. de C., a cuyo talento sus contemporáneos erigieron una estatua, se transmitió de las aulas griegas a las de la Antigua Roma y llegó a la edad media y el renacimiento, y hasta hoy, en múltiples traducciones y adaptaciones. Gracias a esas fábulas, el niño aprende a leer y escribir además de enseñanzas morales.

ROBERT LOUIS STEVENSON
Una de piratas en ‘La isla del tesoro’

Vicenç Pagès es rotundo: La isla del tesoro (1883) es «con mucha diferencia, la mejor novela juvenil de todos los tiempos: de acción e iniciación, con niveles de lectura inagotables». Según Lerer, Stevenson, «recoge el relato de Crusoe y lo transforma en una aventura» para el muchacho protagonista y para el lector, que vivirá una historia de piratas.

DANIEL DEFOE
El inventor de la fiebre de los ‘robinsones’

Afirma Michel Tournier que Robinson Crusoe «es un verdadero mito, porque se ha zafado de su autor original, Daniel Defoe, para revivir en otras obras». Y es que desde su publicación, en 1719, la influencia de esta novela de náufragos, alabada por Jean-Jacques Rousseau –«enseña a ser autosuficiente»–, se extendió en el siglo XIX con Los robinsones suizos, de Wyss, El nuevo Robinson Crusoe, de Stockdale, La isla del tesoro, de Stevenson, o La isla misteriosa, de Verne, y llegó al XX a Winnie the Pooh o Stuart Little. Además de a Viernes, Crusoe «descubre su propio yo», escribe Lerer.

(Foto: PIERRE FALKÉ/Ariel/Ilustración de Robinson Crusoe de 1926)

JULIO VERNE
La ciencia al servicio de la imaginación

A partir de la tradición robinsoniana, Verne desarrolló en La isla misteriosa (1874-75) todo el escenario de inventiva tecnológica que caracterizó a sus Viajes extraordinarios. De ellos, «el más extraordinario de todos» es, para Pagès, Viaje al centro de la Tierra (1864), donde el escritor francés da rienda suelta a su imaginación al tiempo que aúna aventura y explicaciones científicas.

RUDYARD KIPLING
De la India de Kim a la de la selva de Mowgli

El británico Rudyard Kipling, nacido en Bombay, supo plasmar el ambiente colonial e imperialista de su época, la de finales del siglo XIX. Su novela Kim (1901) es el mejor ejemplo: su protagonista «se convierte en símbolo del niño inglés en la India, y a su vez, de los niños que leen en un mundo de adultos», afirma Lerer. También El libro de la selva, una fábula de la era darwinista que enseña que Mowgli, aunque viva entre animales, siempre será un hombre.

CHARLES PERRAULT
Caperucita y los cuentos de hadas

La Cenicienta, El gato con botas, Caperucita roja, Pulgarcito... Los más conocidos cuentos de hadas. A finales del siglo XVII, Charles Perrault (1628-1703) era considerado el mejor y más leído cuentista. Cuentista, entendido, como compilador y versionador de relatos orales destinados a ser fábulas ejemplares, como las de Esopo, para los adultos. Los hermanos Grimm siguieron su ejemplo.

(Foto: ADRIÀ FRUITóS/PARRAMÓN/El gato con botas, en Contes amb valors)

HANS CHRISTIAN ANDERSEN
El cuentista que contó el cuento del patito feo

No extraña que Andersen (1805-1875) titulara su autobiografía El cuento de hadas de mi vida. Apasionado de la lectura, escribió más de 150 cuentos infantiles. Entre ellos, El patito feo, La sirenita y El traje nuevo del emperador, que muestran –apunta Lerer– que «puede que las grandes cosas vengan en paquetes feos y que la belleza esté debajo de lo que se ve».

LEWIS CARROLL
Las sublimes desventuras de Alicia

«El 4 de julio de 1862 debería figurar entre las grandes fechas de la literatura universal», opina Tournier. Fue el día en que Lewis Carroll, navegando en barca con la pequeña Alice Liddell y sus hermanas, les contó las aventuras y desventuras de Alicia, que tres años más tarde vieron la luz en Alicia en el país de las maravillas y siguieron en Alicia a través del espejo. Tras mencionar la «extraña pasión de Carroll por las niñas», Tournier habla de erotismo-amor-ternura «en una obra sublime».

(La Alicia de Lewis Carroll, vista por Anthony Browne)

MARK TWAIN
Tom Sawyer y Finn, a orillas del Misisipí

Si Las aventuras de Tom Sawyer (1876) permite «revivir el espíritu de la infancia», su continuación, Las aventuras de Huckleberry Finn (1884), va más allá y «esconde un festival de compasión y humor» bajo el aspecto de una novela de aventuras. Mark Twain hace doblete en el canon de Pagès con dos obras ambientadas en el Misisipí, río que fascinó a un autor que ya era famoso cuando las publicó.

J. M. BARRIE
Eterno Peter Pan en el país de Nunca Jamás

«Peter Pan permite una aproximación intuitiva y poética al miedo a crecer y a la aventura de hacerse mayor», afirma Pagès. La historia que antes de novela fue obra de teatro (1911), recoge, según Lerer, retazos de los cuentos de hadas de los Grimm, de Andersen, de Crusoe, Stevenson y Shakespeare. Sin embargo, Peter Pan nació antes, cuando J. M. Barrie le incluyó en la singular novela El pajarito blanco (1902), que acaba de publicar Barataria.


Gracias:
A. ABELLA
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