LA CAMA DE PANDORA
'Un polvo para olvidar'Ilustración: Luci Gutiérrez |
No sé cómo hemos podido llegar a esto, pero aquí estamos: al borde del abismo. Porque cuando un hombre no sabe qué hacer con una mujer en la cama o bien es virgen el pobrecillo (que no era el caso) o bien es que folla menos que los Roper. Y eso sí que no. Lo mínimo que puede esperar una mujer como yo cuando se encama con un caballero es que éste sepa lo que se hace. Salvo que “lo que se hace” sea su propia peli porno a imagen y semejanza de las que echan en esos canales cutres de madrugada. Ojo, que a mí me gusta el porno, pero VERLO no protagonizarlo.
Y es que, aunque servidora esté dispuesta, preparada y ansiosa por gozar de una relación íntima con un señor, no significa que éste pueda tratarla a una como si fuera una muñeca hinchable. Que es exactamente lo que me sucedió el pasado fin de semana.
Por fin decidí sacar del banquillo a un conocido que llevaba meses tratando que tener una cita conmigo. Quedamos, paseamos, cenamos, tomamos una copa y, como no sabía muy bien de qué iba la cosa (porque no hubo aproximación física previa en ningún momento de la velada), pensé que quizá era timidez lo suyo, así es que decidí dar yo un paso adelante, y le invité a tomar algo en mi casa.
Él siempre me había parecido atractivo, intrigante, interesante, culto, sexy… aunque, por lo que experimenté después en mi dormitorio, tenía a un Mr. Hyde oculto bajo el disfraz de Doctor Jeckyll.
Para empezar, sin mediar más que un piquito (no un beso con lengua, ni uno de tornillo, ni saborear mis labios de ninguna de las maneras), se lanzó directamente hacia mi sexo. Me quitó las bragas sin cuidado ni miramientos y me metió dos dedos por la vagina así, por las bravas.
-“Oye… que digo yo que a lo mejor se te ha olvidado algo, ¿no?”.
-“¿Qué?”. Y tuvo el valor de preguntarlo y todo…
-“Pues no sé… Alguna caricia, unos besos, unos roces así casuales… No sé… Lo que viene siendo un aperitivo para hacer ganas”.
-“Tú déjame a mí que sé perfectamente lo que hago”, dijo mientras seguía apuñalando incansablemente mi sexo con su torpeza. Y, por cierto, que no le gustó mucho que tuviera algo de vello púbico. Lógico, en el porno hace siglos que las mujeres tienen el coño como el de Barbie Princesa.
Lo vi claro dos segundos después, cuando se quitó los calzoncillos y me cogió la cabeza para dirigirla directamente hacia su pene. A la segunda vez que me deshice de su mano me miró como si yo fuera idiota y no entendiera.
-“Chúpamela”, ordenó. No he visto nada igual. Bueno, sí, claro que lo he visto, en las películas con las que seguro que este energúmeno alimenta su pésima educación sexual. Y sigo.
En vista de que, al final, ya estábamos metidos en faena, intenté reconducir la situación suavemente sin que mediara perjuicio para ninguno de los dos. Así es que saqué de la mesilla un preservativo y me dispuse a colocárselo.
-“¿Qué haces? ¿No me la ibas a chupar?”.
-“Sí, por eso te estoy poniendo un condón”.
-“¿Pero qué dices, tía? ¿Quién te crees que soy?”. Pues un descerebrado, un picha floja y un pésimo follador al que no conozco de nada, pensé. Pero algo debió de ver en mi mirada, que se dejó hacer durante unos minutos hasta que decidió que ya estaba bien.
-“¿Quieres que me corra en tu cara?”. Qué delicadeza la suya preguntármelo, oye… Al fin y al cabo, en sus pelis de cabecera no hay consulta que valga y a todas ellas les encanta: una catarata de semen corriéndoles por las mejillas, manchándoles el pelo… y ellas, además, se la extienden un poco más por el cuello, que debe de ser bueno para el cutis.
-“Pues no, la verdad”, contesté antes de que se pajeara ante mis ojos. Y menos mal, porque le veía muy dispuesto a quitarse la gomita y darme una buena ducha. Así es que se colocó en la postura del misionero, me penetró sin miramientos (tampoco necesitaba preparación; no es que la tuviera precisamente grande) y dio tres empujones antes de correrse. Punto y final. Se salió de mi cuerpo rápido no, volando, se quitó el condón, que tiró sin anudar al suelo, se dio media vuelta y se echó a dormir. Literal.
¿Y mi placer? ¿Y mi(s) orgasmo(s)? ¿Y mis caricias? ¿Y mis pechos olvidados? ¿Y mis palabras de seducción? (nuestro principal órgano sexual es el cerebro, no lo olvidemos) ¿Y mis risas de post polvo? ¿Y la complicidad que da saborear la piel desnuda despacio?
Por supuesto el sueño le duró lo que tardé en borrar con agua y jabón sus restos de ADN hasta estar segura de que los de CSI Las Vegas no podrían encontrar ni un resquicio suyo en mi cuerpo. Después reuní todo el valor que no había tenido para darle un muerdo en la polla y dejarle un recuerdo inolvidable, y lo empleé en echarle a la calle a las tres de la mañana.
En realidad le hice un favor, porque así no estropeamos el final de su guión…
No sé vosotros, pero yo no he visto nunca una película porno en la que los actores se abracen juntitos para dormir.
Gracias:
Luci Gutierrez
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/lacamadepandora/2010/10/14/un-polvo-para-olvidar.html
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